Según el Anuario SGAE 2012 de las Artes Escénicas, Musicales y Audiovisuales, en los últimos cuatro años, el descenso de asistencia a los teatros ha sido del 24,3%. Desde 2008, el número de representaciones se ha reducido un 18,7%, el total de espectadores ha bajado un 24,3% y la recaudación por ventas de entradas se ha visto reducida en un 13,24%. Comparando los datos del 2011 con los de 2010, el descenso es mayor y en menos tiempo. Prácticamente se duplica: cae un 9,89% en actividad (número de representaciones), 12,20% en asistencia y 10,54% en recaudación.

No hace falta ser un economista experto para deducir lo que ocurrirá cuando el impuesto que pagan estos espectáculos, el IVA, aumente del 4 al 21% el próximo mes. Puede preverse que la crisis de ese sector será mucho mayor que la que experimentan todos los demás no asaeteados por esta agresión fiscal.

Y algún día tendrá que explicar este gobierno a qué se debe esta animadversión singular contra las artes escénicas: no es fácil de entender que, en tanto la inmensa mayor parte de las actividades productivas se han visto afectadas por un pequeño incremento en el IVA, el teatro haya visto multiplicado ese impuesto por más de cinco. Sólo una patología intelectual grave puede explicar este ataque desaforado.