Estos días dos líderes alemanes sufrieron dos derrotas sonadas, uno en las semifinales de la Eurocopa, otra en la cumbre europea. Las dos han sido consecuencia de fatales errores de unos líderes mal enfocados y peor aconsejados y muy positivas para Europa, el fútbol y la propia Alemania.

La historia de Alemania está llena de derrotas positivas de origen autoculpable, la más importante, sin duda, la del régimen nazi frente a los aliados en la II Guerra Mundial. Alemania suele tener un poder industrial, científico-intelectual y deportivo muchas veces superior a otros países pero lo emplea tantas veces mal que da miedo. Desde la derrota del nazismo Alemania se ha reconvertido en la economía industrial más fuerte de Europa aprovechando su propio potencial tecnológico-industrial y los recursos disponibles en el contexto de la posguerra; y adoptando el papel más oportuno para un pueblo que sabe trabajar e investigar, pero no dirigir formaciones políticas: el de gigante económico y enano político. En España pasa algo parecido a los vascos de los cuales ya Azaña dijo: son excelentes hombres de negocio, pero pésimos políticos. En los últimos años Alemania ha defendido este liderazgo económico a través de su fuerte capacidad innovadora y exportadora industrial y en contra de malas políticas como los recortes sociales de Schroeder en 2003/04, seguidos posteriormente por Merkel y además vendidos como panacea al resto de Europa. Gracias a estas políticas, la industria alemana carece de mano de obra cualificada a la cual necesita importar y sobran empleos de mala calidad como los mini-jobs. Afortunadamente los empresarios y sindicatos alemanes mantienen su pacto implícito a favor de la alta calidad del empleo y de la productividad en contra de los constantes ataques de la política económica y del discurso neoliberal en el cual se apoya. Pero esto tiene sus límites.

La reciente crisis del euro y la inexistencia de un proyecto político común ha obligado a Angela Merkel a asumir otra vez más el papel inapropiado de líder europeo con el grave riesgo de dejar al proyecto europeo en la alcantarilla. Atendiendo discursos domésticos populistas —como si Alemania fuera pagando en vez de beneficiándose del euro— Merkel impone austeridad a corto plazo y reformas laborales contraproducentes e ineficaces dejando así a los países en crisis sin recursos de buscar salidas a medio plazo. Pero no son sólo las medidas que ahogan a una posible recuperación económica de Europa, es el rechazo a la creación de una arquitectura institucional europea que reconvierta al euro en una moneda estable, que acabe con los movimientos especulativos en contra de sus economías, que dote al Banco Europeo de instrumentos de coordinación de las políticas monetarias y de control de los bancos y a un gobierno europeo de herramientas para coordinar las políticas económicas, territoriales y fiscales.

En esta situación de un posible desastre europeo surgió un tecnócrata italiano sin legitimidad democrática y un recién elegido líder político francés que había quitado a la Merkel su novio político fatal para plantar cara y presionar a la líder alemana de aceptar en contra de sus profundas convicciones y confusiones un fondo de rescate con capacidad de comprar bonos de deuda, un paquete de medidas de crecimiento de 120.000 millones de euros, la recapitalización directa de los bancos en crisis y la declarada voluntad de crear los mecanismos para una unión económica tan necesaria para el funcionamiento de una unión monetaria. Gracias a la derrota de Merkel la esperanza ha vuelto a Europa.

Y también el fútbol ha ganado con la derrota de Löw que no disponía de ninguna potencia industrial pero de la plantilla más joven y de mejor calidad del fútbol alemán desde hace dos décadas. Si al portero Neuer se hubieran juntado los 10 jugadores con menos de 24 años como Özil, Götze, Kroos, Gündogan, Reus, Müller, Schürrle, etc., varios de ellos internacionalmente reconocidos como los mejores en su puesto y franja de edad, la posibilidad de ganar a Italia y España hubiera aumentado muy significativamente. Löw, en cambio, optó por un Schweinsteiger lesionado y físicamente mermado durante toda la temporada, jugadores caducados para la selección como Podolski y Klose o nunca a la altura de un juego rápido y técnicamente exigente como Mario Gómez y Boateng y, sobre todo, por un planteamiento conservador que permite ganar partidos a bandas mal organizadas (como Portugal, Argentina, Grecia) o equipos con los mismos defectos que los de Löw (Inglaterra, Holanda) pero condena siempre a perder contra equipos con frescura, ligereza, jugadores rápidos y ágiles y, sobre todo, con la suficiente picardía para ganar la espalda a unos defensores mal colocados.

El fracaso de Löw se observa con más claridad en una zona de juego clave para ganar partidos decisivos: en la defensa central. Desde su comienzo en 2006 Löw carece de centrales fiables, problema simbolizado por la pareja de armarios sin cintura, Metzelder y Mertesacker. La actual pareja de Badstuber y Hummels prometía mejora pero volvió a fallar estrepitosamente contra Italia y además obligó otra vez más a Phillip Lahm a acudir al rescate al centro de la defensa, algo que se convierte regularmente en regalo de goles decisivos para los contrarios, tal como ha sido el caso de Torres en la final de 2008 y de Bolatelli en esta edición. Quizás no haya mejores centrales disponibles, pero hay una solución evidente a este problema fundamental de todas las selecciones de Löw y esta solución se llama Busquets. Si la defensa central resulta vulnerable hay que buscarle un jugador con capacidad de contención y cortar, de cerrar los espacios y canales por los cuales suelen entrar con demasiada frecuencia y facilidad los delanteros listos, rápidos y versátiles. Alemania tiene suficientes talentos para cubrir este papel "Busquets" pero Löw nunca los ha buscado.

En fin, podemos soñar con que Europa no sea víctima de una líder alemana y de que o Löw cambie el chip o sea sustituido para que Alemania recupere la capacidad de ganar un torneo grande. Aunque, de momento, nadie me quite la preocupación de que voy a morir sin ver a Alemania ganar una sola vez contra Italia en un partido importante.