Se entiende que este gobierno, como el anterior, tiene que honrar un compromiso de estabilidad presupuestaria que le obliga a realizar recortes en el gasto público, subidas de impuestos, reestructuraciones organizativas, ajustes de toda índole, etc. La ciudadanía lo entiende y lo tolera, aunque sea a regañadientes.

Lo irritante es que se nos engañe. O que se nos pretenda engañar. Este gobierno dijo en campaña electoral que no haría lo que todos sabíamos que iba a hacer. Y lo ha hecho. Parece que impunemente, pero estas conductas siempre se pagan. En términos de credibilidad, de prestigio. Y ahora, en ocasiones, se nos trata de hacer comulgar con ruedas de molino: se suben las tasas universitarias, se dificulta el acceso a las becas€ y se nos dice que ello no afecta a la igualdad de oportunidades. Es un ejemplo porque hay casos semejantes todos los días.

Hágase lo que se tenga que hacer, pero hágase al menos con mala conciencia y con el corazón encogido. Porque lo que más irrita a la sociedad entera es que se pretenda disimular el daño que nos inflige la crisis o restar importancia a la cirugía que ha de aplicarse para mantenernos a flote.