Cuando no ocurre nada que lo impida, todos los embriones de los mamíferos, tanto humanos como no humanos, empiezan y acaban desarrollándose como individuos del sexo femenino. Claro que en el 50% de los casos, ocurre algo. Si el embrión tiene un cromosoma Y, se pone en marcha un único gen, el SRY, que lo cambia todo.

Por esto, hacer un niño es más difícil que hacer una niña. Porque el sexo femenino es el sexo básico de todos los embriones y cambiar el desarrollo de un embrión para que termine siendo un niño es evidentemente más difícil que no hacer nada y dejar que acabe como empezó, esto es, siendo niña.

Primero, tiene que existir un gen, el SRY, que determina la formación los testículos. Luego, estos tienen que fabricar testosterona. A continuación, la hormona tiene que llegar a todos los tejidos. En algunos, provoca grandes cambios. Por ejemplo, cierra la vulva femenina original y convierte el clítoris en pene. En otros —en el cerebro— los cambios son más sutiles, pero no menos importantes: existen amplias diferencias entre cerebros femeninos y masculinos, diferencias debidas a la testosterona embrionaria. Pero para que todos esto ocurra, no basta con la testosterona; es preciso además que todos los tejidos que deberían masculinizarse tengan receptores para la hormona y si en uno o varios tejidos no hay receptores, o su número es insuficiente, la transformación, o no ocurre, o es incompleta. Se conocen docenas de situaciones en las que la transformación no termina del todo. Los resultados pueden ser triviales, como por ejemplo, la ausencia de barba; otras veces son dramáticos: un individuo que genéticamente es macho —tiene un cromosoma Y— acabe siendo, en todos los aspectos, una hembra. Estéril como macho: tiene atrofiados los testículos y estéril como hembra: no tiene ovarios.

Todo lo descrito hasta aquí explica, entre otras cosas, la homosexualidad. Como se dijo más arriba, hay diferencias objetivas entre el cerebro masculino y el femenino, pero también entre el cerebro heterosexual y el homosexual. Y, cómo no, si el comportamiento es el resultado de la actividad del cerebro, es natural que haya comportamientos heterosexuales y homosexuales. Algo que, por otra parte, se ha comprobado en docenas de especies. Hay comportamientos homosexuales en todos los primates, en los perros y en los gatos —todo el mundo los ha observado— pero no sólo en los mamíferos, sino también en aves, en reptiles, en peces€ ¡incluso en insectos! Repitiéndolo una vez más, la homosexualidad no será tan corriente como la heterosexualidad, pero es completamente natural. Es el resultado de procesos enteramente naturales sobre los cuales el individuo no tiene control.

Pero da igual. La ignorancia seguirá clamando que es una perversión antinatural.

La Biblia afirma que la homosexualidad es una abominación. Pero también cuenta la vida de un sujeto que se casó con su guapa media hermana. Que ese sujeto ocultó que estaba casado con ella para evitar que reyes y tiranos la convirtieran en viuda por medios expeditos y pudieran disfrutar de sus encantos sin el estorbo de un marido. Que ese marido se hizo rico gracias a los regalos recibidos de aquellos a quienes "prestaba" a su bella esposa. Que ese sujeto "oía voces" y que por poco no mata a su hijo obedeciendo a las "voces". Que, a pesar de todo, nadie le quitó la patria potestad. Hoy, nadie dejaría que se acercase a un niño; estaría bajo vigilancia psiquiátrica y cargado de haloperidol. Por si no lo habían adivinado, ese ejemplar sujeto (heterosexual, por supuesto) se llamaba Abraham.

La Biblia también cuenta la historia de un rey que se acostaba con la mujer de uno de sus generales. Para hacerlo con más comodidad lo mandó a la guerra y recomendó que lo dejaran solo en medio de la batalla. El pobre, murió heroicamente y el rey pudo quedarse con la chica sin el estorbo del marido. Por una vez, el Dios de la Biblia se enfadó con aquel rey y decidió castigarlo. Pero no le hizo nada a él; lo que hizo fue matar al hijo, que no tenía ninguna culpa. Claro que aquel rey tuvo más descendientes. Uno de ellos fundó una de las grandes religiones del mundo. Por si no lo habían adivinado, ese ejemplar rey (heterosexual, por supuesto) se llamaba David.

Sólo son algunos ejemplos bíblicos, porque hay muchos más. El caso es que, como norma de conducta, el libro sagrado es cualquier cosa menos recomendable. Por eso, quienes atacan la homosexualidad con la Biblia en la mano, harían mejor estudiando la ley natural en algún libro de biología. Sólo así sabrían un poco de lo que es la naturaleza. De paso, quizás entendieran que hay algo bastante más antinatural que la homosexualidad. Alguien dijo que la castidad es la perversión sexual que menos adeptos tiene. Pues eso.