Ha llegado, a regañadientes para el gobierno, el rescate bancario. Tras muchas presiones (y no de Rajoy, precisamente), el presidente que pensaba que con su llegada al poder todo se solventaría (porque trasladaría confianza), ha tenido que agachar la cabeza y reconocer una obviedad: que la economía es mucho más complicada que la emisión de cuatro frases más o menos brillantes cuando se está en la oposición; y mucho más difícil que pensar en recetas simples para resolver la complejidad de los procesos. El bloqueo del gobierno español ha generado una enorme incertidumbre. Y ha motivado que a Rajoy, desde tabloides internacionales, le hayan dicho de todo menos guapo. Si ustedes repasan medios como Financial Times, The Guardian, Le Monde, Wall Street Journal y la prensa especializada alemana (que conozco por las referencias que se hacen en la anglosajona, la francesa y la española), de los últimos días, el veredicto común es demoledor por muy negativo, y recoge la opinión, oficial y oficiosa, de buena parte de los representantes europeos en Bruselas y de miembros significados de la cúpula comunitaria. La puesta en escena de De Guindos y Rajoy, vendiendo un triunfo que no existe, es uno de los factores más criticado, e ilustra sobre la pérdida de la realidad de la política. Si eso mismo se hubiera hecho en la anterior legislatura, los alaridos serían de antología, por parte del espectro conservador.

El rescate presenta en estos momentos menos luces que sombras. Pero tratemos de extraer algunos puntos concretos. Veamos: lo que conocemos es lo siguiente: se podrá pedir desde España hasta un máximo de 100.000 millones de euros; la tasa de interés será más baja que la del mercado; el intermediario será el FROB; y éste canalizará el dinero hacia el sistema bancario afectado. Concretemos lo que parece plausible, es decir, las luces:

a) La vía escogida del rescate bancario es una solución efectiva a pocos días de las elecciones griegas, cuando no se sabe qué puede acontecer con el país heleno (se especula con su salida del euro). En paralelo, no pueden olvidarse las presiones existentes de Estados Unidos, que tiene a su vez un claro interés en el asunto y ve con preocupación que a cinco meses de las presidenciales Europa no acaba de despegar. Y las repercusiones sobre la economía norteamericana son relevantes.

b) La inyección de, pongamos, esos cien mil millones de euros debería favorecer el "desapalancamiento" financiero y, por tanto, avanzar créditos para empresas y particulares.

c) Partimos de una premisa que me parece clave: hay liquidez. Sí, no se asombren: la hay desde el Rhin hacia el norte; pero a partir de los Alpes, hay sequía crediticia. Se trata, pues, de mover dinero de zonas excedentarias a espacios necesitados de capitales más asequibles. Ojalá se consiga.

Repasemos ahora las sombras:

1. La prima de riesgo sigue al alza. Y la Bolsa no se hace eco de las pretendidas bondades del rescate. Persiste la desconfianza. ¿Por qué? Porque los inversores piensan que ese préstamo endurecerá todavía más las variables macroeconómicas españolas, toda vez que los intereses engrosarán el déficit público.

2. El rescate disparará la deuda diez puntos sobre el PIB. El déficit, probablemente pasará del 5,3% al 5,7%, dependiendo de los recursos que se pongan en juego (calculo que se acabarán pagando entre 3.000 y 4.000 millones de euros más como servicios de la deuda). Diga lo que diga Rajoy (que no afirma lo mismo que su ministro de Economía, por cierto).

3. Los mercados reflejan la pésima comunicación que se ha desplegado en este tema. Porque las preguntas clave son las que usted se formularía si tuviera que pedir un préstamo: ¿de dónde saldrá todo ese dinero, de qué fondos? ¿a qué interés? ¿qué cantidad? ¿cuáles serán los plazos de devolución? En definitiva, se reclama un pliego de condiciones que todavía es inédito, o no se ha explicitado. Pero toda la gente tiene claro —salvo Rajoy y su equipo— que esto no tiene costes cero. Venderlo como una conquista constituye un error estratégico, de cara a Bruselas, descomunal: un acto de soberbia que no presagia nada bueno.

4. El rescate puede impactar sobre el mercado laboral: el previsible cierre de oficinas puede suponer el despido de unas 30.000 personas. Todo esto se acabará por saber cuando se conozcan los planes de acción de los bancos afectados, que deben mandarlos al FROB para su validación.

5. Es igualmente previsible la subida del IVA, alargar la edad de jubilación y una revisión salarial a la baja para los empleados públicos, si se confirma una tensión al alza del déficit.

6. La posible existencia de más crédito no debe hacernos pensar que todo ya esta resuelto, y que el dinero fluirá sin problemas. No; harán falta proyectos solventes que justifiquen los préstamos. Y esos proyectos deben acoger posibilidades tangibles de éxito. Es aquí donde aparece la conexión intensa, directa, precisa, con la estructura económica productiva. No olvidemos nunca esto.

7. El rescate se da por la incapacidad del sistema financiero en su conjunto, y del gobierno de manera particular, para encontrar salidas viables para la recapitalización bancaria. Recuerden que Europa nos pide básicamente cuatro cosas. Primera: reestructurar el sistema financiero. Segunda: hacer frente al sobre-endeudamiento privado (el público es bajo, en relación a la media comunitaria). Tercera: cumplir con los ratios de déficit público sobre PIB. Cuarta: cómo dar respuesta al problema del paro. Fíjense: este último punto acaba por no encajar plenamente en los tres anteriores: difícil generar ocupación con políticas restrictivas, en las que no existen estímulos agresivos de la demanda. Porque todo parece indicar que sólo el rescate (sin esos estímulos) no garantiza la consecución del crecimiento y la reducción del paro, a medio plazo (a corto ni pensarlo).

Ahora bien, es pronto para evaluar resultados. Sobre todo, porque la información de detalle, crucial para los inversores, brilla por su ausencia. Pero lo que es muy claro es que Rajoy y el PP no pueden sacar pecho ante esta situación, transgrediendo una realidad que dijeron afrontar llamando a las cosas por su nombre. Ni aquí, ni en Bankia, ni en la elaboración de los presupuestos generales del Estado, lo están haciendo: se mueven bajo eufemismos y con opacidad manifiesta. Quiero pensar que no hay mentiras deliberadas en esta caudal cuestión del rescate. Pero la imagen de desconcierto de Rajoy y de su equipo invita a cualquier cosa menos a la transmisión de optimismo, de esperanza y de tranquilidad. Y eso, no lo duden, pasará también su factura.