El Gobierno Rajoy ha asegurado que los 100.000 millones de euros puestos a disposición de la banca española, y a los que niega la condición de rescate, no tendrán efectos perniciosos ni se traducirán en una mayor presión fiscal para la ciudadanía. Sin embargo, a estás alturas, está claro que el ministro De Guindos y el jefe del Ejecutivo son los únicos que se esfuerzan en aparentar la veracidad de tal afirmación. Habrá contrapartidas dolosas. Sin duda alguna. Quien más quien menos se ha resignado a admitir que se acerca, por imposición de Bruselas, la subidas de los tipos del IVA y muy probablemente, reestructuraciones en la administración municipal, amén de nuevos recortes en los sueldos de los funcionarios.

Buena parte de las exigencias de la Unión Europea se centra sobre el IVA y en particular en su aplicación sobre el sector turístico. De inmediato la cuestión se vuelve sensible y trascendental para Balears porque ya sabemos de qué comemos y cómo vivimos. ¿Qué pasará si se incrementa el actual tipo del impuesto aplicable al turismo? Los afectados, hoteleros, restauradores, touroperadores y agencias de viajes dibujan, para tal caso, un panorama desolador, proporcional a la medida del aumento.

Con el 8%, España tiene todavía hoy –no sabemos mañana– uno de los tipos de IVA turístico más bajos de la Unión Europea. Esto, como es natural, le ayuda a ser especialmente competitiva. La Federación Hotelera ha calculado que si se elimina el porcentaje reducido actual y se alcanza, como indican algunas especulaciones, el tipo medio del 21%, el impacto será mayúsculo y se traducirá en la destrucción directa de 22.000 empleos. De ser así, llovería a cántaros sobre un tejado, el del panorama laboral de Balears, que ya está repleto de goteras.

La competividad de las islas puede pasar a ser inversamente proporcional a la del más que probable ascenso del impuesto. Las estimaciones en este sentido indican que por cada punto de incremento del IVA, las reservas bajarán un 2% y que los beneficios globales del sector pueden reducirse en un 20%. Agencias de viajes y oferta complementaria, como la restauración, por ejemplo, coinciden en este sentido con la hostelería. Por si acaso no bastaba el bloqueo del convenio de este último sector y la convocatoria de huelga, llega el mazazo del disparo del IVA.

Pero claro, como el Gobierno sigue negando lo que parece perfilar en la recámara, tampoco se sabe muy bien qué va a pasar. El Ejecutivo tiene distintas opciones. A Bruselas, que sólo mira el ajuste presupuestario y las garantías para devolver lo prestado, le gustaría que el IVA turístico español se instalara en la media del 21%, pero Rajoy puede decantarse por no subirlo tanto o incluso hacerlo sólo de forma muy moderada. De hecho, ésta es la política que aplica un competidor emergente para España como Croacia o la que mantiene Grecia pese a estar al borde del precipicio de la salida del euro.

El turismo es el único sector que ha logrado sortear la crisis en Balears y que puede mantener capacidad regeneradora directa para otros ámbitos. Es una de las cosas que hay que tener muy en cuenta en el momento de concretar los tipos de subida del IVA turístico porque sus efectos contraproducentes se verán de inmediato sobre las reservas hoteleras y el conjunto de la economía del archipiélago.