Decía Robert Graves a principios de los años 30 "me decidí en contra del Terreno donde se jugaba al bridge todo el día y en contra de Pollença donde jugaba al strip poker toda la noche y me instalé en Deià".

La guerra interrumpió pero no anuló la estancia en Mallorca de Gertrude Stein y Robert Graves y el Terreno ocupó un lugar destacado para luego deber pronunciar su propio epitafio en vida como hacían en su tiempo los aztecas.

En realidad la ilusión nos vino décadas después por la presencia constante de personajes, particularmente como Joan Miró o Camilo José Cela, que al poco se unieron para conseguir la consagración de la primavera durante todo el año. Camilo José Cela nos explicaba el arte de Joan Miró y éste le decía complacido, "me encanta escuchar lo que digo yo cuando lo cuentas tú". Sería porque Camilo José Cela era un mago que hasta traducía, tal vez por libre, la poesía de Robert Graves, ecléctica pero arcana, aún sin hablar inglés. Claro que se trajo a lo más granado de la literatura en la antesala de la previsión literaria de mayor éxito y rango.

Mallorca no era tal vez la Florencia del Quattrocento italiano que con solo 65.000 habitantes había convertido un emblemático, aunque modesto mercado de arte, en un centro de cultura universal.

Desgraciadamente para la ciudad, sus artistas asumieron rápidamente, y por más que el apego por Florencia fuera sincero, que los recursos estéticos que ésta les sugería no ofrecían toda la difusión que el lenguaje cultural, social y material capitalino que Roma les ofrecía. Ciertamente, Donatello se quedó en Florencia, coincidiendo con un periodo de paz y prosperidad en tiempo de los Medici, con acaudalados banqueros y ricos mercaderes, protegiendo las artes. Otros, los más, emigraron a Roma, como Rafael y Miguel Ángel. Ello no obstante, Florencia conserva su aureola de ciudad culta y artística con sus palacios, museos e iglesias, de reconocido prestigio mundial.

De Mallorca, de los Papeles de Son Armadams, de Formentor, los escritores, poetas y prosistas, no se fueron a otro lugar, simplemente dejaron de venir, habían cumplido su cometido. No había Medicis en su entorno. Reemplazamos a los acaudalados banqueros y ricos mercaderes florentinos por avispados políticos que no estuvieron al tanto, tal vez por falta de preparación profesional, de la situación real. De los premios Nobel o del Premio Cervantes ya nadie se acuerda, la cultura no es ciertamente una asignatura bien asentada en nuestra comunidad. Ahora del arte ni se habla. Nuestras preocupaciones son otras. El dinero ocupa la primera plana. En realidad, más bien se trata del dinero conseguido ilícitamente por políticos que entienden que la multiplicación de los estamentos autonómicos es un deber y el incremento en algunos casos de su patrimonio particular por cualquier medio una necesidad. Curiosamente, las fuerzas mediáticas centran en unos pocos imputados todo su grafismo rutinario, como si fueran los únicos culpables, que lo son, del país, obviando que son solo la triste expresión de una multiplicidad de casos que se reproducen por toda la geografía nacional. Y que no se trata de unos pocos que están en el alero a diario, sino cientos de miles que trabajan en empresas públicas nombrados por políticos sin razón y que no aceptan ninguna posible responsabilidad por el hecho precisamente de ser políticos. Aquellos actos que debieran ser más punibles por el hecho de ser políticos aunque no sean jurídicamente ilícitos por ir contra natura, deberían ser asumidos como fraudulentos. Votar siempre sí en latín o amén en hebreo, en consejos de administración de empresas públicas en las cuales la unanimidad ni se discute, en los cuales los políticos y los sindicalistas manifiestan su saber y...

¿Puedo hacerte una pregunta? Me interrumpió, no supe muy bien por qué, mi inclito amigo sueco de Estocolmo?

Adelante contesté sorprendido.

¿Qué ocurriría en España si los millones de españoles que pagan la sanidad pública y no la utilizan nunca, se decidieran a cambiar de bando y en vez de pagarse una sanidad alternativa optaran por utilizar la pública?

Curiosamente yo he pagado durante 45 años la sanidad pública sin utilizarla jamás, le dije y por ello cuando veo manifestaciones radicales al estilo islamista exigiendo una sanidad pública de primerísima calidad y gratuita absolutamente para todos, las cifras no me cuadran. Al parecer los indignados contra las medidas del gobierno para intentar controlar la situación no quieren abrir la ventana y observar lo que ocurre en los demás países de la Unión Europea como Francia, Bélgica, Austria o Países Bajos, por ejemplo. La información es sesgada en unos casos y claramente falsa en otros.

Pero, continué a mi vez, ¿qué relación tiene el Quattrocento italiano, los Papeles de Son Armadams, Formentor y la Sanidad publica española?

Pues que a mi entender, me contestó mi amigo sueco de Estocolmo, estáis equivocando el camino. Estáis permanentemente en el vaso medio vacío, y en la oposición radical. Será porque nuestros políticos durante las últimas décadas han hecho lo imposible para que así fuera, le contesté. Mi amigo ya estaba tomando el café de siempre.