El cuadro de La familia de Carlos IV representa la mirada de Goya sobre un mundo que se va no sólo por el cambio de siglo sino por la llegada de la modernidad que pasa desapercibida para los componentes del cuadro. Cuando el cuadro fue pintado Luis Lacy pertenecía a un siglo distinto del de Fernando VII, un mocetón imberbe, al poco su verdugo. A los 13 años Luis Lacy se había alistado en el ejército, en el regimiento de Borgoña, que zarpaba para Puerto Rico y, al año siguiente, ya era subteniente de infantería, dando prueba de su carácter intrépido y alguna muestra por su gusto por la aventura. Con 22 años y, ya como capitán de infantería, participó en la campaña del Rosellón, pero su carrera militar se vio interrumpida por un lío de faldas en Canarias, a consecuencia del cual fue expulsado temporalmente del ejército, y desterrado en la isla de El Hierro. En realidad el pecado de juventud de Luis Lacy fue conseguir los favores de una aristócrata canaria, amante de su superior.

Su vocación militar se reveló siempre presente al alistarse en el ejército napoleónico para luchar en Alemania como capitán de la legión irlandesa. El cuadro La familia de Carlos IV, por su parte, continuaba inamovible, fuera de su tiempo, y así Godoy debía declarar en 1.793 la guerra a Francia sin otro motivo que el parentesco entre Carlos IV y Luis XVI. La guerra fue muy popular en España, por lo menos antes de que empezase, al pensar que se libraría en territorio enemigo.

En realidad, los franceses ocuparon rápidamente Figueras y San Sebastián y al año siguiente Bilbao y Vitoria. Unos pocos días después de estas conquistas se firmaba la Paz de Basilea según la cual los franceses devolvían sus conquistas, se quedaban con la parte española de la isla de Santo Domingo, comprometiéndose España a hacer de intermediaria para conseguir la paz en Italia y en Portugal. Nuestro inefable Godoy recibió el título de "príncipe de la paz", todavía no se sabe muy bien porqué, pero no se ignora que todo ello nos garantizó la enemistad de Inglaterra que se las ingenió para impedir todo comercio entre España y sus Indias.

Ya en 1803 Napoleón necesitaba la escuadra española contra Inglaterra. Trafalgar fue la respuesta. La destrucción de la flota española significó el fin del poderío y del Imperio.

En 1808 las tropas de Napoleón ocupaban Pamplona y Barcelona y se aproximaban hacia Madrid, y en estas tropas se encontraba Luis Lacy, cuya unidad en la cual se encontraba encuadrado el ya comandante Lacy, era una de las que tenía como objetivo la conquista de la capital. Ante esta perspectiva, Luis Lacy desertó y se encaminó hacia Sevilla, presentándose ante la Junta, siendo admitido con el grado de capitán y al poco como teniente coronel.

Dos concepciones políticas pertenecientes a dos siglos contrapuestos se enfrentaban claramente en el país. Aquellos que, como Luis Lacy, eran conscientes de la situación real europea y aquellos que, como Carlos IV y su hijo Fernando VII, continuaban instalados en el cuadro de Goya, y no veían razón alguna para alterar su situación, aferrándose al mantenimiento de sus privilegios hereditarios.

El plan de Napoleón, por su parte, consistía en atraer a toda la familia real española a Bayona, en Francia, creyendo Fernando que la ocasión le sería propicia para ser nombrado rey suplantando a su padre, cuando en realidad el emperador francés ya había decidido dar a España un príncipe de su sangre.

Y así comenzó la Guerra de la Independencia, con la insurrección del 2 de mayo y los fusilamientos del 3, inmortalizados igualmente por Goya. Estos sucesos sirvieron a Napoleón para precipitar en Bayona las renuncias a la corona de España, primero de Fernando y luego de Carlos IV.

Napoleón, ya en Madrid, se puso a reorganizar España, sin para nada consultar con su hermano José, aboliendo la Inquisición, y suprimiendo muchos conventos, de cuyos bienes se incautaba. Los problemas europeos obligaron luego a Napoleón a ausentarse de España sin haberla realmente conquistado.

Aquellos que como Luis Lacy habían optado por la modernidad dieron lugar a las Cortes de Cádiz, como se describe en la Historia de España del profesor Tuñón de Lara que al parecer nuestra Universidad descartó en su día. En cualquier caso, España dejaba de ser una monarquía absoluta de derecho divino, estableciéndose como monarquía moderada hereditaria. Desgraciadamente Napoleón firmó en 1813 con Fernando VII el Tratado de Valençay, por el que le restituía la corona, devolviéndole la condición de rey, sin el intermedio de las Cortes, lo que equivalía a una renovación del absolutismo, lo que disgustaba a aquellos que como Luis Lacy exigían el respeto a las Cortes de Cádiz. Este había sido nombrado capitán general de Cataluña, para luego en 1813 encontrarse como capitán general de Galicia, dando muestras constantes de su oposición al absolutismo retrógrado de Fernando VII, cuando ante la temida vuelta de éste último se confirmó, en efecto, el restablecimiento del Antiguo Régimen, de carácter absolutista.

En 1816 Luis Lacy se trasladó a Cataluña donde puesto en contacto con Milans del Bosch (el antecesor de todo lo contrario), y otros compañeros, trazó un pronunciamiento para marchar con las tropas que se hallaban en su comarca, sobre Barcelona para proclamar la Constitución que tan ostensiblemente violaba Fernando VII. El pronunciamiento fracasó. Milans del Bosch pudo escapar hacia los Pirineos, mientras que el general Lacy fue hecho prisionero por unos payeses cuando estaba a punto de embarcar, en Blanes. El general Lacy fue juzgado en Barcelona y fusilado en los fosos del castillo de Bellver el 5 de julio de 1817. El general Castaños, el héroe de Bailén, había difundido la noticia que el general Lacy había sido mandado a Mallorca, indultado por el magnámimo Fernando VII, para ser recluido en la Torre del homenaje del castillo de Bellver, como antes lo había sido Jovellanos.

En 1820 por una orden real se proclamó que "se devolvieran al general Lacy todos los honores, mandando colocar su nombre en el salón de Cortes como muerto en un patíbulo por la Constitución". El cuadro de La familia de Carlos IV mantenía toda su vigencia al recuperar Fernando VII su Antiguo Régimen al ser liberado por los 100.000 hijos de San Luis que su tío Luis XVII le había mandado desde Francia.

Han pasado casi dos siglos, pero hace unos días, en una finca rústica de Alaró, en semana santa, tuve ocasión de comer con un nutrido número de personas entre las cuales estaba el doctor Antonio de Lacy. Recordamos como manejaba con su hermano la raqueta de tenis en una época en que les veíamos de continuo en el club de tenis, donde nos pasábamos media vida, siendo ellos muy jovencitos pero ya muy diestros con la raqueta, protegidos por unos padres realmente encantadores.

Hace dos siglos el general Lacy defendía la Constitución. Ahora el doctor Lacy defiende un tema muy delicado, el cáncer, y lo hace a su manera, como primer cirujano español en cirugía avanzada Notes, cirugía a través de orificios naturales, cirugía paparoscópica de visión única, minimamente invasiva, tumores de páncreas, impartiendo cursos de cirugía laparoscópica avanzada, después de pasar por las univerdidades americanas de Atlanta, de San Francisco y de Nueva York. Ya por la tarde vino Antonio de Lacy a despedirse muy amablemente y le pregunté que como había sido el paso de la raqueta de tenis al bisturí y me contestó que el manejo de la raqueta de tenis era más complejo. Pensé, pero no se lo dije, que su antecesor debería haber estado muy feliz de haberle conocido.