La primera escena ocurre en la calle, donde acaba de conocerse el número de parados, que ronda ya los límites de una posible insoportabilidad social y presupuestaria; la segunda escena en el Parlamento asturiano, donde la anulación de unos centenares de votos de emigrantes prorroga durante meses una vacante real de poder. Aunque parezcan escenas de dos mundos, el mundo es el mismo. La política es siempre difícil, pero si el político sigue apilando razones para que no se le comprenda precipita una crisis de credibilidad institucional. En la coyuntura actual, marcada por una absoluta restricción presupuestaria, impuesta (mejor o peor) por el Gobierno de España, ¿hay grandes márgenes en las regiones para políticas bien diferenciadas? Y, siendo así, ¿qué razones entendibles por la calle puede haber para no alcanzar un inmediato acuerdo, suprapartidista, para una efectiva gobernabilidad?