La semana europea de la vacunación se creó a iniciativa de la región europea de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2005 para recordar la importancia y la notoriedad adquirida de los programas de vacunación en la prevención de importantes enfermedades infecciosas y los logros y avances obtenidos con ellos. Este año se celebra la séptima edición (del 21 al 27 de abril) con el lema "prevenir, proteger, vacunar" y con el objetivo de concienciar, sensibilizar, mejorar la comunicación e información y promover las vacunaciones entre la población, dando especial énfasis en la importancia del mantenimiento y adhesión a los programas de vacunación como herramientas básicas de salud pública.

Las vacunas, junto a la potabilización del agua, han sido las únicas actuaciones humanas a nivel mundial que han determinado una mejora significativa en la salud pública y calidad de vida y han conseguido una disminución real de las tasas de mortalidad infantil. Vacunar y vacunarse es un acto de solidaridad sanitaria que repercute no sólo en la persona vacunada, sino además contribuye a incrementar la denominada inmunidad colectiva que protege de forma indirecta a aquellas personas en las que la vacuna no induce suficiente respuesta inmune o las que no quieren vacunarse por motivos diversos. La obtención de una elevada cobertura vacunal en la población (por encima del 95%) determina la imposibilidad de que un determinado microorganismo pueda infectar a un nuevo huésped; de esta forma las personas vacunadas actuan de barrera protectora, de modo que al no encontrar nuevos huéspedes susceptibles, el microorganismo acabará desapareciendo (eliminado o erradicado), sobretodo si el ser humano es su único huésped natural.

Una demostración de la importancia y significación de los programas de vacunación sistemática es que en 1979 se consiguió por primera vez, la erradicación definitiva de la viruela del planeta. En la actualidad programas parecidos están intentando erradicar una segunda infección prevenible, la poliomielitis; sin embargo y a pesar de los múltiples esfuerzos, todavía quedan unos pocos países africanos y asiáticos con casos autóctonos (originados en el propio país) que están retrasando por desgracia la fecha de su desaparición. Gracias a las vacunas casi se han eliminado enfermedades infecciosas en otros tiempos muy graves (rubeola, hepatitis, tétanos, difteria, tosferina); sin embargo la disminución o interrupción de los programas de vacunación pública en países del este de europa y en ciertas étnias poblacionales, está provocando la reemergencia de infecciones prácticamente ya desaparecidas. Un ejemplo de ello es el resurgimiento del sarampión a nivel europeo; así Francia declaró en 2011 más de 12.000 casos y España cerca de los 2.000. Esta situación es el resultado del relajamiento en la aplicación y convicción en la eficacia de las vacunas y la aparición de voces no autorizadas que han iniciado campañas mediáticas sobre los efectos indeseables o colaterales de ciertas vacunas.

De este modo debe recordarse que las vacunas, que son un derecho básico de la población, no son obligatorias en nuestro país, sino que son recomendaciones de las autoridades sanitarias para la obtención de un bien común (la salud pública) y frente al derecho a no vacunarse que propugnan algunos colectivos, debemos anteponer el derecho a poder vacunarnos en beneficio propio y de la comunidad. Tal y como indica la OMS, las principales razones para vacunar a la población infantil y adulta son que las vacunas salvan vidas (cerca de cuatro millones de niños en el mundo), son seguras y efectivas (son evaluadas exhaustivamente siguiendo rigurosos protocolos internacionales), los brotes infecciosos causados por microorganismos vacunables son una importante amenaza para la salud colectiva (aumento de ingresos hospitalarios y defunciones) y que son además una actuación sanitaria considerada coste-efectiva, es decir la inversión inicial que se realiza en ellas es recuperada con creces con la disminución de la morbilidad y mortalidad asociada a la misma.

Algunas vacunas pueden que estén muriendo de éxito, es decir mucha gente se pregunta, ¿hay que seguir vacunándose de enfermedades ya casi no existentes? La respuesta es claramente sí, esa baja percepción del riesgo de padecer estas infecciones se ha conseguido gracias a la eficacia de los programas de vacunación a lo largo de muchos años, no hay estas infecciones por la elevada cobertura vacunal obtenida; sin embargo si interrumpimos esta actividad, como ha ocurrido en otros países, volverán a aparecer aquellas infecciones que tan solo estaban en nuestra memoria.

Así pues esta nueva semana europea de la vacunación debe hacernos reflexionar sobre la importancia de este gesto sanitario, sin apenas coste individual, y concienciarnos de la necesidad de seguir vacunando a toda la población susceptible frente a las infecciones prevenibles. Deberíamos aprovechar esta ocasión para revisar las cartillas vacunales de nuestros hijos y las nuestras propias y comprobar su situación, actualizándolas si fuera necesario. Cada vacuna es una dosis de vida y la calidad de vida de nuestros hijos debe apoyarse firmemente en los programas de vacunación sanitarios.