El 25 de noviembre de 2006 era sábado. La precisión se hace significativa, porque era harto inusual que Jaume Matas sacrificara un fin de semana para dirigirse por la tarde a su despacho en la presidencia del Govern de Balears. La ruptura del sagrado descanso se explica porque al dirigente del PP le aguardaba una reunión trascendental, que escapaba al terreno de la política para adentrarse en el de la corrupción. En la sede de su ejecutivo se encontró con Eugenio Hidalgo, un ex guardia civil que en aquel momento sólo era alcalde de Andratx. Dos días después saltaría a las portadas nacionales, con motivo de su detención y posterior encarcelamiento por un rosario de causas penales ligadas al urbanismo.

Hidalgo no era el único interlocutor de Matas aquel sábado. En la reunión se hallaba presente José María Rodríguez, conseller de Interior del Govern. Para entonces se había filtrado la inminencia de la operación de Anticorrupción, pero no interesa tanto la reconstrucción de la conversación como la identidad de los congregados. Desplazando el reloj hasta la actualidad, el alcalde de Andratx continúa recluido en el centro penitenciario mallorquín. A Matas no se le ha solicitado el ingreso en la misma prisión, aunque sobre el exministro de Aznar pesa una condena a seis años y dos días de prisión, dictada por la Audiencia de Palma. ¿Qué se hizo del tercer participante, el miembro del Govern que el mismo lunes por la mañana avisaría al munícipe de su detención, y luego mentiría sobre una conversación cuyo contenido fue grabado por orden judicial?

Pues bien, Mariano Rajoy en cuanto presidente del Gobierno acaba de premiar a José María Rodríguez con el cargo de delegado del Gobierno en Balears. Por intensos que fueran los servicios prestados por el exconsejero de Matas, se imponía tal vez un premio más discreto, porque no es un nombramiento neutro. El tercer vértice de una reunión política que se salda con condenas efectivas de prisión para los otros dos asistentes, es colocado por el jefe del ejecutivo al frente de las fuerzas policiales y fiscales que se han distinguido por una lucha contra la corrupción muy por encima de las exigencias del deber. En cuanto al matiz de que a Rajoy se le podría haber escapado un puesto minúsculo por comparación con sus responsabilidades estatales, queda derribado porque el presidente del PP estatal garantizó en persona el cargo citado a su postulante. La promesa tuvo lugar en un hotel de Palma y a cambio de un pacto personal de renuncia de Rodríguez a aspirar a la presidencia regional de los populares.

Aunque ahora ensaye maniobras de diversión, Rajoy no puede alegar sorpresa y mucho menos ignorancia respecto a las hazañas de Matas. Su compañero de gabinete en la mayoría absoluta de Aznar, con los cargos respectivos de vicepresidente y ministro de Medio Ambiente, arrastra una condena mayúscula, extendida a media docena de consellers imputados, al menos un escándalo por departamento y cuatro altos cargos de la legislatura autonómica 2003-2007 en la cárcel. ¿Quién presidía por entonces el PP estatal? En el verano del primero de los años citados, Rajoy y Matas compartieron navegación gratis total en el yate de un importante hotelero balear. Es notorio que la navegación de recreo desarrolla vínculos de amistad irrompibles, máxime cuando el presidente del Gobierno y el hoy condenado por corrupción efectuaban un periplo en las proximidades de la isla de Menorca, donde Aznar cavilaba sobre el continuador de su magna tarea. Por aquellas fechas, se celebra el millonario partido de pádel entre Urdangarin y el president balear en el palacio de Marivent.

Rajoy debería aplicarse la ejemplar ley de transparencia que presume de haber desarrollado. Poco después de la singladura, el sucesor de Aznar afirmaba que iba a gobernar España siguiendo el modelo de Matas. Por aquellas fechas, el entorno del hoy condenado se encargó de divulgar que la inevitable llegada a La Moncloa del político gallego en 2004, iría acompañada por el nombramiento del mallorquín como ministro. ¿De qué cartera? De Fomento, por supuesto, con sus suculentos proyectos de presupuestos tan difíciles de controlar.

Matas es el segundo ministro de la democracia, después de Barrionuevo, condenado a pena de cárcel por la vidriosa corrupción. Rajoy no sólo conocía su historial anterior, con hasta tres imputaciones ante el Supremo. En una comida con periodistas, el entonces vicepresidente despreció el futuro judicial de las causas abiertas, con notable presciencia. El presidente del Gobierno debe una explicación. Nunca ha sido tan rotundo como su correligionario Basagoiti, que llamó "chorizo" a Matas desde la portada de Vanity Fair.