Hace diez meses menos tres días que se celebraron las elecciones autonómicas y municipales, cuyos resultados se concretaron en una mayoría absoluta holgada del PP, que le permite gobernar en casi todas las instituciones relevantes en nuestra comunidad (a pesar de haber aumentado únicamente 1.660 votos en las elecciones al Parlament). La otra cara de la moneda la representa el PSOE, como el partido más relevante de las anteriores mayorías, que perdió en las autonómicas 31.630 votantes. El Quaderns Gadeso de marzo (nº 208) publica una interesante investigación, de la cual se hizo eco el Diario de Mallorca de ayer domingo, referida a conocer cuáles serían los resultados en el caso de que hoy se celebraran las elecciones autonómicas.

Desde entonces, muchos acontecimientos han ocurrido y siguen ocurriendo. La crisis sigue galopando con intensidad: inestabilidad laboral, dificultad de hacer frente a compromisos como a la hipoteca, cierre a cal y canto de los créditos a familias y empresas… A su vez, las arcas públicas no sólo están llenas de telarañas, sino también cargadas de déficits insostenibles, incluidas deudas. Tal situación ha conducido a aplicar, sin complejos, tijeretazos en servicios públicos básicos (sanidad, educación, prestaciones sociales), nuevos impuestos y tasas (aumento de la retención del IRPF, los 4,8 céntimos de euro aplicados al litro de gasolina), y todos los síntomas hacen prever un suma y sigue. Tales medidas, con mayor o menor intensidad, están provocando un rechazo social, tal como se refleja en el Quaderns Gadeso de referencia. Pero, ¿qué repercusiones electorales tienen hoy tales actuaciones del Govern presidido por Bauzá? Visto lo visto, parece que pocas.

Un 44% de los ciudadanos tiene el voto decidido, un 25% se instala en la abstención y un 31% manifiesta no tener decidido su voto. Del voto decidido, los datos mas significativos son: un 39-40% corresponde a los populares, un 22-23% a los socialistas, un 8-9% a la coalición PSM/IV/ExM. De esto se deduce que la fidelidad de voto popular sigue vigente y mantendría la mayoría absoluta. Pero hay que analizar otras variables: del voto indeciso (31%), la mitad corresponde a la abstención anterior y es previsible que una parte significativa volvería a abstenerse de nuevo; un 6,5% corresponde a votantes populares agraviados por determinadas decisiones del Govern (incluida la guerra del idioma, que inquieta y molesta a ciertos votantes populares). En cualquier caso, es posible que recupere una parte de este voto indeciso al ser la única alternativa conservadora (no parece probable una trasferencia significativa a la Lliga de Jaume Font o a la Convergència de Josep Melià, especialmente si se presentan como alternativas electorales separadas). Pero y los socialistas, ¿qué?

Hoy no parece que el PSOE de Balears esté en condiciones de recuperar la confianza de los 31.000 ciudadanos que dejaron de votarles, procedentes básicamente de las clases medias y medias bajas que se autodefinen como de centroizquierda. Los ciudadanos afectados por los recortes, hoy por hoy, no manifiestan una voluntad positiva de votar a los actuales partidos de la oposición (en concreto al PSOE), al no percibirlos como alternativa real y creíble.

Nos encontramos en una situación política y socioeconómica compleja. Los populares cometerían un error si confundieran su legítima mayoría absoluta en las instituciones con tener una mayoría social en todas y cada una de sus decisiones. El gobernar con apisonadora, un día u otro, se paga. Los socialistas tienen una tarea clara, aunque difícil: la oposición no se puede limitar a denunciar los recortes y desajustes del Govern, sino también presentar alternativas creíbles, coherentes y viables. Para eso, deben "reactivar" su partido a todos los niveles, abriéndolo (no sólo de boquilla) a todos los ciudadanos y sectores económicos y sociales, desde un discurso real de corte socialdemócrata aplicable a nuestra realidad económica y social. Después de sus procesos congresuales los socialistas tienen nuevos equipos directivos, pero aún está por ver y comprobar su voluntad y capacidad de "renovación" profunda y real, más allá de las grandes declaraciones.