El martes pasado en Palma, en una sala llena, se proyectó por primera vez en Mallorca la opera prima de Toni Bestard, cineasta laureado por sus cortometrajes Equipajes, El viaje y El anónimo Caronte. Así que la expectación era máxima porque esto ya son palabras mayores: una película de hora y media, un escenario que nosotros conocemos muy bien (la isla) y unos actores como Colm Meaney o Ana Wagener, que hacía dos noches se llevó un Goya por su papel en La voz dormida. El perfecto desconocido se ha presentado en Hollywood, en la Seminci y en Corea, pero Toni Bestard estaba más nervioso en el cine Augusta porque se enfrentaba a la mítica posibilidad de convertirse en profeta en su tierra. Ojalá que sí. A mí me gustó El perfecto desconocido y siguiendo la consigna de su director, "por favor, pasad la voz", daré unas cuantas razones para ir a disfrutarla cuando se estrene en los cines el próximo 23 de marzo. A saber:

· La ausencia de crisis: En serio, un oasis en medio de tantas brasas numéricas y catastrofistas, la gran evasión en pantalla grande. No se menciona la recesión económica en el sencillo guión de intriga donde se entretejen peripecias vitales distintas. Nadie tiene miedo de ser despedido sin motivo, ni charla sobre el Ibex 35, el subsidio o de los recortes. A Toni Bestard le costó lo suyo lograr financiación para su obra, pero el héroe es otro.

· La montaña: Completamente rodada en la sierra mallorquina, la isla es un personaje central y un universo. Consigue el milagro de descubrir por enésima vez la belleza de esta tierra y su misterio desde un punto de vista propio. Se ha rodado muy bonito y sin pretensiones ni trucos. El director se lo debía a su Bunyola natal.

· La luz: Se trata de una historia simple (forastero llega a pueblo), al tiempo radiante y oscura, que dice cosas sobre los recovecos del alma. Con cuatro pinceladas dibuja un fresco atinado de los personajes dispares que pueden habitar en la misma calle de un sitio pequeño, con la familia tradicional a la defensiva, los foráneos más o menos integrados, los tipos anticonvencionales y la joven atravesada que busca escapatoria. Menudo vecindario.

· La lengua: Para algunos un problema, para Bestard una riqueza. En El perfecto desconocido se hablan cuatro idiomas y no habrá doblaje que ponga uno sobre otro. Hay quienes emplean la misma lengua pero no se entienden; quienes llegan a quererse sin palabras; quienes se esfuerzan por expresarse saltando cualquier barrera y alguien con problemas para oír pero no para escuchar. De los lances de la comunicación surgen escenas realmente divertidas.

· Los actores: Colm Meaney es El perfecto desconocido y lleva al cuello una polaroid. El actor irlandés ha elegido Mallorca para vivir y se ha implicado en la primera gran aventura de Bestard. Está realmente bien, igual que Ana Wagener, Carlos Santos (su poli bueno es realmente un personaje de ciencia ficción en la ´primavera valenciana´ que corre), Xisco Segura o Vicky Peña. No se quedan atrás los jóvenes Natalia Rodríguez y Guiem Juaneda. La cámara les quiere.

· La valentía, tan escasa en los tiempos que corren, no se puede dejar de alabar. Pese a algunas imperfecciones (¡la buena voluntad de una inmobiliaria no resulta creíble!) es un artefacto complejo este filme, una osadía para estrenarse en los largos, una cinta honesta que merecería una recompensa. Si la mitad de los que van al cine una vez a la semana en Mallorca la eligen, Toni Bestard hará una segunda película. Y tal vez luego otra, y otra...