Un observador desapasionado concluiría que Mallorca ha saldado holgadamente sus deudas con Urdangarin. Sin embargo, el Gobierno de Rajoy y la Casa del Rey consideran que el Duque de Palma merece un nuevo homenaje de la ciudad que promociona con su título nobiliario. Para lograrlo, las autoridades han montado la declaración del millón de euros. Esta nueva aportación de los contribuyente sufragará el despliegue policial para que el imputado VIP llegue a los juzgados, en condiciones de amedrentar a quienes se han atrevido a pedirle cuentas por sus ingresos injustificados de millones de euros.

Cuando el Gobierno y la Casa del Rey percibieron que la población no pensaba desperdiciar un fin de semana jaleando a Urdangarin, montaron la atracción de desplazar a un centenar largo de antidisturbios desde Valencia, tras el precalentamiento de esta semana. Las autoridades han incitado a la manifestación, y han logrado finalmente su convocatoria. Los jóvenes se engalanarán, las doncellas tenderán motivos florales al paso de un duque que, al margen de su innegable capacidad para absorber fondos públicos, inspira una pregunta capciosa. ¿Quién es este señor?

La calle se rinde a Urdangarin. O mejor, se rinde la calle a Urdangarin, por orden de la autoridad competente. El Gobierno y la Casa del Rey justifican la entrega de la vía pública al multimillonario porque "pueden arrojarle objetos". Es decir, los ciudadanos de Palma no gozan de la presunción de inocencia, que los cortesanos reclaman para el miembro de la Familia Real que ha abusado de su rango. Los mallorquines son terroristas en potencia y en masa, "el enemigo" mascullado por los altos cargos del ejecutivo. Hay que llevar hasta sus últimas consecuencias la protección del imputado VIP, por lo que las autoridades esposarán al juez, fiscales y abogados, para evitar que le "arrojen objetos" durante el interrogatorio. A pesar del tesón gubernamental, no es previsible que se registren incidentes, por lo que tal vez convendría intensificar estos días la provocación a la ciudadanía.