La fecha de San Valentín invita a una mirada hacia el universo del amor, y especialmente del amor pasión que es también… ¡el universo de la violencia!

El fenómeno más visible y que recibe más atención mediática es el extremo de la llamada "violencia de género" que se refiere especialmente al maltrato, a veces criminal, hacia la mujer.

Es un fenómeno social que no respeta fronteras ni diferencias culturales. En geografías y culturas tan diversas como México, India, Pakistán, Irán, así como en España, se dan elevados casos de violencia contra la mujer.

Felizmente este tema recibe creciente atención por parte de organismos defensores de derechos humanos, y especialmente, de los derechos de la mujer.

Este fenómeno tiene aspectos culturales, sociales, legales y éticos.

Desde este lugar me interesa abordar un aspecto más general y profundo, del que este extremo deplorable, es un manifestación entre otras: la violencia en la vida amorosa.

Nótese que casi siempre el agresor es alguien que tiene o ha tenido un vínculo amoroso con la víctima.

Los psicólogos clínicos, así como los abogados matrimonialistas, jueces y trabajadores sociales, son testigos frecuentes de separaciones cruentas en los que uno o ambos conyugues se enzarzan en batallas de destrucción y saqueo. Disputas por la tenencia de los hijos en las que se recurre a descalificaciones denigrantes e interminables acusaciones que agobian a los jueces. Incluso a un nivel menos dramático pero no menos frecuente, la vida sentimental incluye escenas de celos, decepciones, amargas discusiones y reproches aunque no sean más que chubascos pasajeros.

El hecho de que culturas diversas produzcan un mismo fenómeno abona la hipótesis de una causalidad asociada a patrones de comportamiento que tienen un origen psico-biológico.

El amor pasión, el amor sexuado, es un fenómeno complejo que contiene proporciones de ternura, violencia, posesividad, impulsividad, idealización, poesía y locura.

Lo femenino y lo masculino son patrones psicológicos asociados a la anatomía pero que también la trascienden y están presentes en ambos sexos.

Freud lo metaforiza con la paleta del pintor y la forma en que este combina los colores para llegar al cuadro como producto final. Lo juzgable es el cuadro no los colores.

Un jugador de fútbol o un tenista necesitan cierta agresividad y hasta un poco de malicia, pero una dosis excesiva lleva a la expulsión y fracaso.

Lo mismo puede aplicarse a lo femenino y masculino, y todos los ingredientes presentes en el amor y la sexualidad.

Para explicar el origen de la violencia en la sexualidad así como en otros fenómenos del comportamiento, una visión integradora entre la neurociencia, la biología del comportamiento y el psicoanálisis permite entender que la base instintiva de la conducta humana es afectada por el entorno cultural y la historia familiar. Cada individuo tiene el desafío de encontrar un destino, una expresión sostenible al bagaje instintivo hereditario de la especie.

Así como el instinto de alimentarse se puede degradar en bulimia o anorexia, lo masculino y lo femenino pueden derivar a la agresividad o el sometimiento masoquista.

El desafío para el amor pasión es no ser ni soso y aburrido, ni atormentado y destructivo. Para ello la clave está, como en la paleta de colores del pintor, en la mezcla y proporción de los impulsos.