Ha caído la gota que ha hecho verter los contenidos. La detención este fin de semana, por parte del FBI, del cerebro de MegaUpload, Kim Schmitz, más conocido por Kim Dotcom, y otros tres directivos del inmenso portal de descargas ha provocado una cascada de reacciones, en diversos sentidos, que han atizado con virulencia la discusión sobre el control de los derechos de autor, en cuanto a propiedad y creación intelectual, y el libre acceso a los contenidos instalados en internet. En Europa han sido detenidos por lo menos también un alemán y un estonio relacionados con el caso. Otros portales de descargas han vaciado de inmediato de sus contenidos por medio a que les ocurriera lo mismo que a MegaUpload pero también ha habido la reacción inversa. Anonymous invadió ayer toda la discografía de Sony y los ´hackers´, por su parte, han facilitado enlaces para descargar una amplia variedad de películas japonesas.

Ni el debate ni las presiones llevan camino de zanjarse, más bien todo lo contrario. Las dos cámaras del Congreso norteamericano han decidido aparcar las dos leyes antipiratería que tenían avanzadas, debido a las presiones que están recibiendo en internet. A España todo este fenómeno le pilla cuando está a punto de entrar en vigor la denominada ley Sinde. El Ejecutivo de Rajoy deberá aplicar una herencia del Gobierno Zapatero que pretende regular, por lo menos en parte, el acceso moderno a la propiedad intelectual y que, como es sabido, cuenta tanto con defensores como detractores militantes.

La cuestión es compleja y hasta agobiante, con derechos elementales encontrados por haber entrado en un conflicto sobrevenido y precipitado por la realidad y una técnica que ignora fronteras, privacidades y hasta infravalora, por no decir que desprecia, el esfuerzo del trabajo creativo y una retribución que nadie discutiría si se limitara a contenidos industriales o mecánicos.

Arbitrar la convivencia y la compatibilidad entre derechos de autor y acceso a contenidos intelectuales es una tarea necesaria que requerirá buena voluntad, esfuerzo, marco legal adecuado en un campo normativo que todavía se presenta desértico y consenso internacional. También respeto a las libertades individuales en cualquier lado. El todos en todas partes, como única regla de oro de internet no puede allanar los conceptos básicos de la convivencia porque, detrás de la creación artística o intelectual y sus fraudes y evasiones, que son muy importantes, están en juego otras muchas cosas que afectan a la identidad de las personas y a los patrimonios individuales y colectivos. La silenciosa navegación por internet, un avance indiscutible, es cómoda y eficaz, simplifica esfuerzos, pero también puede acabar siendo una ave de rapiña traidora.

Precisamente hoy se publica en España Desnudando a Google, un libro de Alejandro Suárez Sánchez-Ocaña en el que el autor sostiene que el portal por excelencia debe por los menos 300 millones de euros a los españoles por plagiarles contenidos y privacidades y cuenta el modo en que este y otros grandes servidores evaden tributos a través de paraísos fiscales. Domesticar internet es seguramente imposible, pero esto no impide hacer un llamamiento al sentido de la responsabilidad de los usuarios y pedir que se respete, como se hace en todos los oficios, los derechos económicos y la propiedad intelectual de quienes tienen sus creaciones expuestas a la red.