Ayer alguien compró una chaqueta nueva. Hoy decide estrenarla. Pasea por la ciudad, recorre las calles iluminadas, va a un concierto, a un cine€

Y en cada lugar que esta persona recorre, la chaqueta envía un mensaje silencioso, un mensaje con el que algún ordenador €y quien tenga acceso al mismo€ sabrán donde estuvo la chaqueta en cada minuto de la tarde.

El Gran Hermano ya está entre nosotros.

Todos hemos comprobado que cada prenda que uno compra viene equipada con un chip. Es un artefacto identificador por radiofrecuencia (RFID, Radio Frequency Identification Device) que sirve para que el cajero lo reconozca y le asigne el precio. Y, por supuesto, para que no salga de la tienda sin ser pagado. El RFID responde a los lectores situados en la caja de la tienda, pero hay lectores disponibles en centenares de otros lugares, lectores que, con seguridad, están conectados a la red.

El RFID sólo es uno de los procedimientos que permiten que las cosas tengan identidad propia. Hasta ahora, sólo los ordenadores tenían un único nombre y un número IP, cuatro cifras comprendidas entre 1 y 254 separadas por puntos. Pero esta forma de identificación €el método IPv4€ se ha quedado pequeña y está empezando a usarse el IPv6, con capacidad prácticamente ilimitada. Ahora, todas las cosas ya pueden tener su IP. Y pueden difundirlo a todo el ciberespacio cada vez que quien las lleva pasa cerca de un lector. Es lo que ha recibido el nombre de "internet de las cosas" (IoT), Internet of Things.

Los sensores colocados en cada rincón de la casa de una persona mayor que viva sola permitirán una respuesta inmediata en caso de emergencia. El chip, que ya es obligatorio para identificar a un perro, se generalizará y no sólo se implantará en los maltratadores con orden de alejamiento.

Toyota ha lanzado el Toyota friend (Toyota amigo) que espera que esté implantado en todos los vehículos de la marca en 2013. El dueño, por ejemplo, recibirá mensajes de su automóvil recordándole cómo va la carga de la batería: "La carga se completará hacia las 2:15, ¿vale? Nos vemos mañana". A continuación, el propietario podrá compartir el mensaje con quien quiera utilizando Facebook o Twitter.

También, en algunas ciudades se está implantando el control de los aparcamientos. Quien disponga de la app correspondiente en el móvil sabrá con toda precisión el lugar de cada uno de los estacionamientos libres e irá al más cercano, evitando dar vueltas al azar. Cuando se incluya un RFID en el pasaporte o en el DNI, se podrán evitar los robos y las suplantaciones de personalidad. Aunque también, con los sensores adecuados colocados en calles y carreteras se podrán controlar todas las infracciones, con las penalizaciones correspondientes anotadas de forma inmediata a nombre del conductor que las comete, gracias a que el carnet de conducir también tendrá su identificador. Imagine el efecto de recibir, inmediatamente después de cruzar una línea continua, un mensaje en el móvil: "Ha cometido usted una infracción. Deberá abonar una multa de xx euros en un plazo de diez días, y ha perdido XX puntos".

Los RFID se usan regularmente en los grandes almacenes, con lo que pueden conocer las existencias, o pueden trazar el recorrido de los productos desde la fábrica hasta la tienda optimizando volumen de existencias inmovilizadas, con el consiguiente ahorro de espacio y de capital. Se supone que al pasar las cajas, los RFID se desactivan, pero esto puede no ocurrir. O es posible que puedan ser reactivados más tarde, en cualquier otro lugar.

Este futuro tendrá, seguramente, cosas buenas. Pero también es previsible que las consecuencias éticas de tal situación estén quedando atrás. De hecho, los bancos ya saben más detalles de la vida privada de sus clientes que la propia esposa y si ésta tuviera acceso a la información que posee el banco, sería previsible más de una catástrofe conyugal. Ya hay una ley de protección de datos y cualquiera puede exigir ver la información depositada sobre su persona, pero poca gente ha hecho uso de este derecho y, en todo caso, pocas veces. Y, sobre todo, no será fácil regular legalmente el acceso a la inmensa variedad de datos disponibles. Ya hay grupos de trabajo en la Comisión Europea que se ocupan de cómo reglamentar esta información, pero los principios que deben regular el desarrollo de la IoT aún no están claros y la línea entre los beneficios y el derecho a la privacidad cada vez será más difícil de definir. Y puesto que la información se transmitirá por radio, siempre será posible que alguien la escuche. Aquí, los hackers tienen un futuro esplendoroso.

En 1949 Orwell lo predijo para 1984. Tardará un poco más. Pero llegará.