El otro día, en El Hormiguero, el programa de Pablo Motos, Luis Piedrahita hizo un juego de manos que me dejó atónito (búsquenlo en la web). Consistía en hacerle cuatro agujeros a una carta de una baraja, uno en cada esquina, con una perforadora de papel. Luego colocaba el dedo alternativamente sobre cada uno de los agujeros y los iba cambiando de lugar dentro de la carta. Ninguno de los agujeros acabó en su sitio de origen. Todo ello con una limpieza tal que parecía un milagro. Los magos nos tienen acostumbrados a que un objeto que se encontraba aquí aparezca allí. Unos lo hacen a base de polvos mágicos y otros a base de telequinesia, según su temperamento narrativo. Pero nunca habíamos visto trasladar un agujero. Hablamos de un asunto muy serio, muy inquietante, incluso algo aterrador.

El agujero, según el diccionario, es una abertura más o menos redondeada en alguna cosa. Quiere decirse que un agujero es una ausencia de materia en un punto de la materia. Un agujero en medio de la pared, o en medio de un cuerpo, constituye una pausa, a veces de dolor, a veces de excitación, no sé, pero siempre, siempre, se trata de una pausa misteriosa. Por eso somos tan dados a meter el dedo en los agujeros, o a mirar por ellos, o a recrearnos en el tacto de sus bordes. El agujero es una interrogación, un refugio, una propuesta, una pérdida, una metáfora. Hay agujeros negros y agujeros contables y agujeros presupuestarios y agujeros sin fondo, pero todos, sin excepción, pertenecen más al mundo de la metafísica que al de la física.

Un jarrón contiene un agujero, pero no es agujero. Para cambiar de sitio el agujero del jarrón has de cambiar de sitio el jarrón en su totalidad, porque no es posible separarlos. No hay forma de coger un agujero con la mano, se te escurre entre los dedos, a menos que lo hagas dentro de una película de dibujos animados, como en Yellow submarine, donde el personaje de John Lennon mostraba en la mano un agujero del bolsillo que luego colocaba en distintos lugares. Es lo que hizo el mago Piedrahita el otro día, a la vista del público, con una sencillez pasmosa. He de llamarle para ver si me quita un agujero de angustia (quizá un tumor inverso) que tengo aquí, en el pecho.