Zapatero tenía una espina clavada: el desdén del imperio. Desde que nos enorgulleció a todos quedándose sentado al paso de la bandera yanqui todo habían sido desprecios de la Roma protestante. Con el cambio de emperador vislumbró señales en el horizonte. Un encuentro en España entre la UE y la gran potencia mundial con él de anfitrión fue el vaticinio del oráculo de Delfos. Su vestal Pajín anunció urbi et orbe el acontecimiento que iba a darse tal que de una conjunción planetaria se tratara: el encuentro en la soledad y el silencio del éter entre colosos que fijan el destino del mundo. En pareado, como es obligado: "Zapatero y Obama se verán en España". Como Octavio y Marco Antonio, como Isabel de Inglaterra y Felipe de España. Nada, no fue nada, Obama trabajo tenía en casa.

Desde entonces ZP no ha dejado de hacer reverencias. Invitado por el César negro al Desayuno de Oración, citó con ánimo recogido y devoto –un extraordinario ejercicio de estilo– el Deuteronomio 24-14: "No oprimirás al jornalero pobre y menesteroso, ya sea de tus hermanos o de los extranjeros que habitan en tu tierra"; pero el muy cuco calló el capítulo 22-20, 21, 22 del mismo libro: "Si resultare ser verdad que no se halló virginidad en la joven, la sacarán a la puerta de la casa de su padre, y la apedrearán los hombres de su ciudad, y morirá…"; o el 23-17: "No haya ramera entre las hijas de Israel, ni haya sodomita entre los hijos de Israel". Es un artista citando lo que le conviene de la Ley y callando lo que le contraviene. Imaginó, contradiciéndose a sí mismo –"no te imaginas Sonsoles, la cantidad de españoles que podrían ser presidentes del gobierno"– que podía emular al emperador. Si Calígula nombró cónsul de Bitinia a su caballo Incitatus, le regaló un palacio de mármol y le cubría con telas púrpura; si Obama tenía el poder de la vida y la muerte de un pavo blanco de más de 20kg llamado Coraje, como corresponde a un pavo de un jefe guerrero la víspera del Día de Acción de Gracias, ¿cómo no iba a tener él el poder de indultar a Alfredo, un pavo también de más de 20kg y ganancias anuales de 10 millones de euros, a quien la Asociación Española de Banca califica como la persona que más ha contribuido a la estabilidad y progreso del sistema financiero español en los últimos 25 años? No confundamos. Alfredo Sáenz. No simplemente Alfredo; que éste es solamente Rubalcaba, vicepresidente de ZP, el del impuesto a los ricos. A los desahuciados por los tribunales de sus casas por no pagar las hipotecas de los bancos, perseguidos –en el mejor de los casos con salario de subsistencia– hasta la muerte, no los ampara ni Dios; que esto es imposible sin dinamitar el sistema bancario. Dios no lo querría. Pero perdonar una ridiculez de condena de tres meses de prisión y una inhabilitación para ejercer cargos de administración –que hubiera perjudicado al investigado por delito fiscal Botín, a quien sienta ZP a su derecha en la Moncloa– ¿a quién perjudica? Si además, no se le perdona un multón de 3.000 euros. Es sólo un indulto parcial. Pagará y dará ejemplo. Y se habrá evitado la utilización demagógica en tiempo de elecciones. Si Obama indultó el 24 de noviembre a Coraje por intercesión de Sasha y Malia, ¿por qué ser menos un día después si por Alfredo interceden, góticos, Elena y Mafo?

Cuando se indulta a un toro, llámese Idílico o Belador, toreado por José Tomás u Ortega Cano, sea de la ganadería de Núñez de Cuvillo sea un victorino, razones hay que aportar: un excelente comportamiento y un mucho trapío. El indulto tiene un objeto: la utilización del toro como semental y preservar en su máxima pureza la raza y la casta de las reses. Cuando se indulta a un banquero, llámese Botín o Alfredo, dudo que el objetivo pueda ser el de iniciar crianza de ejecutivos de la gran banca. En los lances de la acusación falsa, motivo de la pena, hasta un juez corrupto y prevaricador entró en escena: Pascual Estivill, un hombre por CiU requerido para el Consejo General del Poder Judicial, siempre por dinero la sentencia presta –condenado por detención ilegal y prevaricación en 1996–. Razones no existen, al menos el ministro Blanco, portavoz del más honrado gobierno, o no las conoce, o inconfesables le parecen. Razones hay que aportar: equidad, oportunidad o conveniencia pública. No es el caso de don Alfredo pues informe desfavorable elevó el Tribunal Supremo.

Hete aquí, pues, que vamos a seguir teniendo de consejero primero del más grande banco del país, el Santander, a un delincuente llamado Alfredo, pues el indulto es el perdón de la pena, la persona sigue siendo culpable, pues esto, ni Obama, ni Calígula, ni Zapatero, para su vergüenza eterna, pueden borrar de nuestros pensamientos. Aunque, a decir verdad, ¿qué les importan a tan altos personajes, políticos y banqueros, nuestras elucubraciones y nuestros cabreos? Les importa el dinero y el poder, tanto monta, monta tanto. Se turnan, como hace ciento veinte años, con todos sus paniaguados –después dicen que progresamos–, en los escaños, en los ministerios y en los negociados. Hoy toca a unos, mañana a los otros; los ciudadanos perplejos; y en los consejos de administración, desde siempre, parecidos testaferros.