El debate en España hoy es cómo salir de la crisis –con los recortes que ello exige– sin reducir el Estado del Bienestar, la conquista sociopolítica más importante desde el constitucionalismo democrático y la marca más distintiva del desarrollo socioeconómico occidental. Sin embargo, muchos se cuestionan su sostenibilidad, incluso en España, donde no ha logrado la dimensión de algunos países escandinavos, como Suecia, gobernada durante casi 75 años ininterrumpidos por la socialdemcracia.

Y es que el Estado del Bienestar se ha ensanchado enormemente debido a un doble proceso: De un lado, el concepto mismo ha sobrepasado los ámbitos tradicionales de seguridad y promoción social (trabajo, sanidad y educación) para acoger contenidos de seguridad personal, entendida como garantía de cada persona al disfrute de todos los derechos materiales y formales que le conceden las leyes. De otro lado, conforme el desarrollo económico se ha extendido a sectores sociales más amplios, han aumentado las exigencias del nuevo bienestar. Este doble crecimiento, cualitativo y cuantitativo, exige recursos crecientes y ha planteado la cuestión de un bienestar sostenible.

Tradicionalmente, desde su origen, el Estado del Bienestar ha estado asociado a la socialdemocracia. Pero el bienestar ha calado tan fuertemente en las sociedades desarrolladas que el tema ya no es si los conservadores lo asumen, sino para la propia socialdemocracia cómo lo sostiene, porque el Estado no es fuente inagotable de beneficios ilimitados y la permanente subida de impuestos arriesga el bienestar y lo hace inviable.

Y ha sido precisamente en Suecia donde el gobierno conservador del moderado Reinfeldt, ha asumido por primera vez el desafio de asegurar la sostenibilidad económica del bienestar moderno.

La nueva experiencia sueca de sostenibilidad social se fundamenta en:

1.- Una economía altamente competitiva basada en la excelencia de la educación, la investigación y la innovación. Suecia destina el 6,6% de su PIB a educación y el 3,6% a investigación, siendo el primer país innovador de Europa. Esto explica que creciera en el último trimestre del 2010 por encima del 7%, cifra que se verá progresivamnete reducida (actualmente 5,3%) por contagio con la crisis de la UE con la que interrelaciona la mitad de su economía.

2.- Una administración reducida y, sobre todo, austera, pero altamente eficaz. Por tanto, supresión del gasto suntuoso (vuelos preferentes, coches oficiales, hoteles y restaurantes lujosos).

3.- La transparencia del gasto público y del sistema financiero así como de las transacciones económicas y comerciales entre empresas e individuos. Suecia lidera los índices de Transparency International.

4.- Un equilibrio presupuestario extremo. Suecia mantiene el nivel de gasto presupuestario por debajo del 1%, un techo claramente más bajo y riguroso que el europeo que acaba de adoptar España.

5.- Una política fiscal obsesivamente justa y distributiva es irrenunciable en Suecia, aunque los conservadores entienden que una economía pujante podría reducir la presión fiscal (45,8%) sin pérdida de bienestar.

El planteamiento sueco induce, pues, a sobrepasar el debate coyuntural de los recortes en bienestar para entrar en su sostenibilidad. La urgencia coyuntural exige eliminar abusos, recortar gasto innecesario y superfluo, atenerse a la norma y a los recursos disponibles. Exige, pues, recortes y de forma definitiva. Pero la sostenibilidad para el gobierno moderado sueco va más allá:

1º.- Sin pujanza económica es impensable el bienestar. Sólo la educación, la innovación y la competencia, a través de un desarrollo competitivo, garantizan la sostenibilidad futura del bienestar. 2º- La calidad del bienestar depende de una administración eficaz. Una administración incompetente impide el disfrute del bienestar. Servir no implica privilegios ni pérdida de recursos en beneficio de gestores o dirigentes. 3º.- Atenerse a los niveles de gasto es, además de respeto a la soberanía, un factor de equilibrio, esencial para la sostenibilidad. Un sistema endeudado no es sostenible a plazo. 4º.- La transparencia aporta confianza y tranquilidad y, sobre todo, refuerza el apoyo social para seguir contribuyendo económicamente al bienestar.

En conclusión, sólo una economía pujante y competitiva, una administración austera y competente, un sistema fiscal justo y eficaz y un gasto publico equilibrado y transparente harán sostenible el bienestar. Mantener el bienestar no es un problema sólo de no hacer recortes, sino de no estar en necesidad de hacerlos.

Es todavía pronto para valorar el éxito del empeño sueco, pero ya pueden constatarse algunos buenos efectos inmediatos: Uno, la apuesta de un gobierno conservador por la sostenibilidad del Estado del bienestar como primera prioridad. Dos, su referencia frente a la extrema derecha que en todo el norte de Europa amenaza con reducir contenidos sociales. Tres, la experiencia sueca está sirviendo de guía y estímulo para nuevos gobiernos conservadores, empezando por el de Cameron que se comprometió públicamente a imitar el modelo sueco. Cuatro, si esto es así, la política conservadora sueca está marcando la pauta europea hacia un claro y progresivo distanciamineto del modelo conservador norteamericano. Se abren, pues, nuevas perspectivas, al Estado del Bienestar más allá de los recortes y estas van el dirección de la modernización y la eficacia económica.

El Estado no es fuente inagotable de beneficios ilimitados. Pero la sostenibilidad requiere cuando menos: una economía vigorosa y competitiva que aporte recursos y una administración con alta capacidad de respetuosa gestión por esos recursos, empleándolos con eficacia y transparencia. Esta es la nueva receta sueca mínima para sostener el bienestar.