El insigne González Pons, vicesecretario de comunicación del PP, ejerciendo una vez más su reconocida incontinencia verbal, ha afirmado literalmente que los españoles "tienen clarísimo que quieren cambio porque no hay ningún español tan idiota que quiera la continuidad que el PSOE nos ha dado todos estos años". En definitiva nos ha llamado "idiotas" a los que, a pesar de los pesares, seguiremos votando al PSOE.

Posteriormente, en su Twitter, intentó deshacer el entuerto, pero sus palabras quedan. Aunque sea verdad que como reza el título de estas líneas no ofende el que quiere, puede resultar de interés describir y evaluar ésta y otras salidas de pata de banco en la todavía no inaugurada campaña oficial.

Para más inri les cuento una perla que le ocurrió a mi menda hace unos años. También se trataba de tiempos electorales. Se organizó un acto en el salón de actos de San Francisco. El artista invitado era el director de un relevante periódico nacional, posicionado en la derecha, y que tenía y sigue teniendo una edición propia en nuestra comunidad. Entre otras lindezas afirmó con su habitual firmeza que los votantes socialistas pescaban en el caladero de la ignorancia. El salón de actos rebosaba de asistentes y yo estaba ubicado al fondo. Levanté mi brazo y se me concedió la palabra. Me dirigí al mediático director con unos simples comentarios, más allá de discrepar de su surrealista juicio de valor: "no comprendo como usted acepta como colaborador de su periódico a un ignorante como yo (por aquellos tiempos era colaborador estable del medio) que no sólo es votante del PSOE sino además militante del partido socialista. Dado que usted dirige un periódico serio, comprendo que no soy digno de colaborar en el mismo. Por lo mismo, le digo adiós". Y así lo hice.

Pero en todas partes cuecen habas. Se me antoja igualmente impresentable que Alfonso Guerra, en una reciente conferencia titulada "España en la encrucijada", afirmara que Mariano Rajoy es "un hombre con desidia, con galbana, tumbado, dormido, perezoso, indolente e indeciso". Una vez más, por la boca muere el pez. Y queda por ver las imágenes de videos y contravideos en plena campaña electoral.

La gravedad de tales exabruptos va más allá de la mera anécdota. Es evidente que en las próximas elecciones generales del próximo 20N nos jugamos dos modelos políticos, económicos y sociales, distintos sobre cómo afrontar la grave crisis que sufrimos, y queda por ver qué medidas concretas proponen cada uno de los partidos. Desde tal perspectiva, es lógico que la campaña electoral se plantee a cara de perro, pero no tiene porqué tratarse de un perro "asesino". El ciudadano y la ciudadana ya está suficientemente apartado y lejano de los políticos y sus grescas para soportar una campaña basada en el "tú más", sin ninguna propuesta concreta.

Los ciudadanos, los votantes, no pedimos soluciones mágicas, ni propuestas milagrosas, pero sí que nos concreten asuntos básicos. Conocidas las penurias de las arcas públicas ¿dónde y cómo piensan aplicar los tijeretazos? ¿A qué servicios públicos afectarán y cómo, especialmente la sanidad y educación públicas? Más allá de los recortes, que se supone se aplican a las distintas administraciones públicas para mejorar su eficiencia, ¿qué políticas públicas, concretadas en medidas, piensan aplicarse para hacer frente al paro y la inestabilidad laboral, especialmente al colectivo de jóvenes y parados de larga duración? Podríamos continuar.

Se supone, aunque mucho me temo que sea mucho suponer, que el programa electoral de cada partido debe incluir, entre otras, respuestas a las inquietudes de los ciudadanos. Por desgracia, con excesiva frecuencia, se concreta en un documento infumable e incomprensible, mejor o peor editado según sean los recursos, que escasísimos ciudadanos leen (¡ni tan siquiera ojean!). Un programa electoral es, o debería ser, un contrato público del partido de marras y sus lideres con el conjunto de la ciudadanía, que incluye las políticas, leyes, propuestas y medidas que se comprometen a poner en marcha en caso de gobernar. Considerando (el que avisa no es traidor) que, vistos los antecedentes, que no vale ir borrando promesas una vez llegan al poder, por aquello de que los hasta gobernantes nos han dejado un erial. Siempre nos queda el maravilloso tango cantado por Sara Montiel, "Fumando espero..."