Si hay algo incompatible con la idea de broma es la idea de nación. Incluso podría definirse a la nación como lo que nunca se toma a broma. Digo más, la gente más bromista llega tan lejos gracias a un ancla muy firme en cosas con las que no bromea, entre ellas la nación. Constato lo anterior, aunque no lo comparto, claro. El humor verdadero es irrestricto, y cuando existen zonas exentas no es humor, es otra cosa (gracia, chanza, burla y así). Todo esto viene a cuento de las bromas enormes que ha hecho el muy honorable y venerable Gregorio Peces-Barba a propósito del inveterado separatismo catalán en un Congreso de la Abogacía. Yo me he reído, y apoyaría a don Gregorio hasta si rebuznara (un imposible teórico), por el gran respeto a su trayectoria intelectual y política y, además, porque es amigo. Pero probaré un día a gastarle una broma fuerte sobre España, para medirle el humor.