Hay quien critica que los obispos se inmiscuyan en cuestiones políticas cuando entran en determinados debates de la vida pública, pero debemos matizar muy bien las cuestiones, pues hay mucha diferencia de qué se dice y cómo se dice. Pues ciertamente sería una imprudencia inmiscuirse en temas que no fueran de su incumbencia, y no niego que alguna vez pueda producirse algún hecho aislado en este sentido, como en algunas polémicas recientes se ha podido ver, como el caso de monseñor Uriarte en la recién celebrada conferencia de la Fundación Sabino Arana en la que por supuesto abogó por la paz y contra ETA, pero en la que dijo algunas cosas que molestaron con razón a las víctimas del terrorismo, manifestando una manera de pensar ajena a la doctrina de la Iglesia, y contraria a la mayoría de los españoles. Se trató, por tanto de la injerencia de una opinión particular de la que se podría colegir que efectivamente se había inmiscuido en cuestiones políticas, que como a obispo no le competen.

En cambio cuando la Conferencia Episcopal publica una nota ante las elecciones generales, con la finalidad de iluminar a la sociedad sobre cuestiones morales de la vida pública, en este caso no hay una intromisión en temas políticos, sino que se limita a cumplir con su obligación, como maestra para los católicos y para quienes quieran escucharle.

La Comisión Permanente de los obispos españoles, no expone opiniones particulares, sino que en todo cuanto dice se basa estrictamente en la doctrina moral de la Iglesia, que nos recuerda que hay una Ley Natural, de manera que el derecho se debe fundamentar en la naturaleza del ser, y que el convencionalismo social no establece la moralidad de las leyes, sino que es la razón, a partir del ser, la que escudriña lo que está bien y lo que está mal.

Basándose en estos principios de lo que llamamos la moral fundamental, la Iglesia llega a la conclusión de lo que se debe pedir a un ordenamiento jurídico justo, y por lo tanto lo que se debe proponer a los políticos, y elegir como mejor opción electoral. De esta manera los obispos enumeran una serie de principios éticos tales como 1) la necesidad de la protección de la vida humana no nacida desde su concepción hasta la muerte natural, por lo que se rechaza el aborto y la eutanasia; 2) la defensa de la sexualidad desde la alteridad y ordenada al bien de los esposos y los hijos, y por lo tanto la estabilidad matrimonial entre el hombre y la mujer en el rechazo al llamado matrimonio homosexual y a la adopción por parte de parejas homosexuales; 3) la rectitud en la promoción económica y social desde el respeto a la propiedad privada que son derechos inalienables; 4) la libertad fundamental del hombre que se concrete en la libertad de la enseñanza religiosa sin imposiciones ideológicas del Estado como ocurre en el actual programa educativo con la asignatura Educación para la Ciudadanía; 5) la legitimidad del nacionalismo moderado al mismo tiempo que la defensa de la unidad de España por razones históricas; 6) el rechazo al diálogo con los terroristas, por ser el terrorismo una práctica intrínsecamente perversa, y que como tal no tiene estatuto de legitimidad para ninguna negociación; 7) y en general, la búsqueda de la paz en las relaciones internacionales.

La nota de los obispos es muy similar a la de las elecciones del 2008, pues los principios morales son los mismos, ni cambian ni pueden cambiar, razón por la que los obispos nos recuerdan las mismas cosas, que, no por novedad, sino por actualidad, y por ser verdad según mi opinión, deberíamos escuchar.