La última cumbre de la eurozona ha tenidos dos factores positivos: se han abordado todos los problemas de fondo (recapitalización bancaria, ampliación del fondo de rescate y quita griega) y se ha avanzado en la dirección correcta. El pero está en que las decisiones son buenas… para ayer. Veamos.

En el caso de la recapitalización bancaria, cuyo coste se estima en 106.000 millones de euros, se corren dos riesgos: el de quedarse cortos (en agosto, el FMI estimaba las necesidades de capital en 200.000 millones) y el de que los bancos traten de obtener el obligado 9% de capital de máxima calidad a costa de reducir (más) el crédito. Lo que en España se traducirá en una nueva recesión. La ampliación del fondo de rescate, hasta cerca de un billón de euros, también entraña una doble consecuencia: se soluciona un problema de endeudamiento soberano… con más deuda y también se corre el riesgo de quedarse escaso, ya que el fondo servirá para sofocar incendios en Portugal e incluso Italia o España… pero no en estos dos países a la vez. Aún menos si Francia, como pronostican varios analistas, pierde la máxima calificación crediticia.

Por último, el reconocimiento de una quita del 50% en la deuda griega también puede ser insuficiente (se cree que debería situarse entre el 60%-70%) y debe ser aceptada de manera "voluntaria" por los bancos. Si en la cumbre de julio pasado, donde se requería un mínimo del 90% de acuerdo en los tenedores de valores griegos, no se logró la aceptación mayoritaria (para una quita del 21%), ¿qué puede obligar a los acreedores a aceptar pérdidas mayores?

Y es que el problema de inyectarse droga, de manera continua, radica en que los efectos euforizantes de la dosis cada vez duran menos. A ver cuánto resisten en la eurozona.