No hay tanta unanimidad de opinión como la que proclama la importancia que se le ha de dar al cuidado de la salud. Ante un bien tan preciado y con tanta información disponible al respecto, no es de extrañar que el lenguaje médico haya trascendido el espacio profesional y se haya instalado en la cotidianidad. Hablamos con la misma naturalidad del astronómico precio que los tomates alcanzaban esta mañana en el mercado, como del nivel de colesterol de nuestro último análisis. Y, sin embargo, sigue siendo tan críptico para la mayoría de los mortales el aumento exagerado que los precios experimentan desde el productor al consumidor, así como el nivel de esos malditos triglicéridos, que suben y suben a pesar de esa dieta tan cuidadosa que uno lleva.

A cada edad y a cada sexo le corresponden sus genuinos padecimientos y , para casi todos, hay ofertas de programas de detección precoz de la enfermedades que nos acechan. De tanto consumir en cuidados para la salud, nos han hecho caer en el delirio de que podemos controlarla sin mayores problemas.

Como el beneficio se le supone a todas estas pruebas preventivas, acudimos felizmente a someternos a ellas, confiados y relajados como niños tras el flautista de Hamelín. Pensamos que los expertos ya han hecho, antes de ofertarlas, una valoración previa de los riesgos y los beneficios y, tranquilos, bailamos al son que nos tocan.

La palabra mamografía ya no tiene ningún secreto para las mujeres maduras, sabedoras en su mayoría de que es una buena medida para detectar precozmente un cáncer de mama. Como la palabra citología, que está en el lenguaje diario de las mujeres desde que inician su actividad sexual, y que periódicamente se hacen esta prueba para prevenir el cáncer de cuello uterino. Lo que ya no se menciona tanto es cuanto de intervencionismo innecesario se realiza como consecuencia de estas pruebas.

En los hombres, la amenaza también viene ligada al sexo a través de una glándula, la próstata, que permite, entre otras funciones, una práctica sexual de calidad. El cáncer de próstata es el tributo que nos puede caer en mala suerte; pero también disponemos de una prueba para su detección precoz. Como se ve, la biología, en esto de distribuir los padecimientos, es equitativa y no se observa, de momento, ningún sesgo de género. El machismo está excluido de la distribución de estas patologías.

¿Que varón sano maduro no ha oído hablar de los beneficios que supone conocer sus niveles de PSA? ¿Que no sabe lo que es la PSA? ¡Hombre de Dios!, es el mejor marcador para prevenir el cáncer de esta inestimable glándula y saber si uno la tiene en condiciones. Lo recomendable, según dicen los "expertos", es que cada año se hagan este análisis todos los hombres sanos mayores de cincuenta años.

-Yo tengo una PSA estupenda y mi próstata está de maravilla.

-Pues mi PSA está un poco alta y es probable que me tengan que hacer un pequeña biopsia. Parece que últimamente ha engordado un poco mi próstata.

Más de una vez hemos escuchado esta conversación entre cincuentones en la barra del bar, ufanos ellos del mimo que le dan a su querida y otoñal glándula.

Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. Ha tenido que ser un grupo de expertos norteamericanos los que han alertado de la inutilidad de este marcador, desaconsejando que se hagan las pruebas (la PSA) a los hombres sanos para la detección precoz del cáncer de próstata. Algo que ya se barruntaba en el ambiente médico. La poca fiabilidad de la PSA ha desembocado en agresivos e innecesarios tratamientos antitumorales, convirtiendo uno de los programas de prevención más difundidos en agua de borrajas; cuando no, en aceite de ricino.

El presidente de la Sociedad Española de Oncológica Médica, Emilio Alba, es harto elocuente respecto a la validez de este análisis: "Solo sirve para fastidiar a la gente y dejarla impotente", afirma.

Sin dudar de los beneficios de muchos programas de prevención, ante una afirmación tan tajante como la de este experto oncólogo, no es extraño que se nos corte el café matutino y, mirando de reojo al vecino de barra, nuestra querida próstata se nos encoja súbitamente.