Túnez ha dado el primer paso en la materialización democrática de la ´primavera árabe´: ya ha elegido una asamblea constituyente que redactará una Constitución y pondrá en pie un régimen pluralista… en el que se presume que habrá una fuerte influencia islamista. En Libia, la oposición a Gadafi ha declarado la liberación del país tras la muerte -el asesinato- del dictador, pero los portavoces revolucionarios ya han proclamado la ´sharía´, la ley islámica, con todas sus consecuencias: no se prohibirá la poligamia y la mujer estará férreamente sujeta al varón y expuesta a castigos inhumanos.

Occidente acabará dándose cuenta, tardíamente, de que para infundir democracia no basta facilitar procesos de apertura, promover elecciones libres, impulsar estructuras representativas. El pluralismo democrático a la manera occidental es, antes que nada, la consecuencia de una cultura democrática, de una determinada concepción humanista del hombre y de la sociedad, y si no se parte de estas convicciones, que han de ocupar el lugar que hoy invaden los fanatismos religiosos, los países islámicos no saldrán del pozo del subdesarrollo y de la infrahistoria.