En este país reina la confusión, unos no saben lo que dicen, otros se expresan mal, otros hablan por hablar y otros solo para empatizar. Utilizan figuras retóricas, usan y abusan de la metonimia y por ello el desconcierto es cada vez mayor. Es corriente que la gente utilice eufemismos para decir… lo que no piensa. Personas que ocupan cargos públicos, políticos, jueces, recurren a un lenguaje "políticamente correcto", término cursi inventado por los ingleses -"politically correct, P.C."-. Maltratan la lengua, hacen un uso excesivo de conceptos equívocos que poco a poco van dominando la realidad lingüística y conceptual. Ha aparecido una nueva hornada de personas en la administración, —afectadas—, que ya no son capaces de hablar claro y llamar a las cosas por su nombre. Por ejemplo, ¿porque se dice: "la policía dispersó a un grupo de personas de "estética fascista"… en vez de decir un grupo de fascistas?.

Se está iniciando la campaña electoral y ya se empieza a oír a candidatos haciendo pretenciosos esfuerzos para cautivar a todos y todas (sic). Cuando se dirigen a grupos de ambos sexos, lo hacen precisando en exceso, vascos y vascas, catalanes y catalanas madrileñas y madrileños, ¿y por qué no? miembros y miembras (sic) del partido…. De esta necedad se ha contagiado el mundo profesional y así se oye a personas aparentemente formadas, hablar de médico–médica, economista- economisto (sic), arquitecto-arquitecta, abogado-abogada, juez-jueza, cuando existen sustantivos epicenos que se caracterizan por tener una sola forma, un solo género gramatical, para ser usado tanto en masculino como en femenino, para individuos de uno u otro sexo; verbigracia: personaje ¿cuál sería su forma femenina?, vástago, seria impensable decir vástaga, tiburón ¿tiburona?, lince ¿como lo feminizamos?, hormiga ¿hormigo?, víctima ¿víctimo?, testigo, ¿testiga?..., ¡qué espanto!

Al aplicar un sustantivo con un solo género no debe entenderse que hay intención discriminatoria sino la simple aplicación de una ley lingüística de economía expresiva. Se entiende que puede comprender los dos géneros y también el plural, por ejemplo padres, se deduce que se refiere a padres y madres y ello sin violentar la agilidad y normalidad lingüística. En castellano se puede sustantivar una sola forma para los dos géneros gramaticales, el castellano es así, si no gusta se pueden pasar a la lengua inglesa que al ser más simple no da tanta oportunidad de hacer el pedante.

El problema es la falta de conocimiento y de sensatez. Tanto da exigir la paridad en listas electorales y en la promoción profesional, —en lugar de situar al más competente, sea hombre o mujer—, como dictar una sentencia en la que se dice que llamar zorra a una mujer no es un insulto sino enaltecer sus cualidades. Si pensamos en lo que el animal de marido dijo: "zorra, que te vas a enterar, te verás en una caja de pino y en el cementerio", resulta que por mucha metonimia que nos empeñemos en aplicar al caso, resulta difícil aceptar que aquel sujeto —por cierto con antecedentes por mal trato— quisiera exaltar la astucia, cautela, sagacidad o inteligencia de "su señora" como dice el juez, sino que más bien le profirió una amenaza en toda regla, el caso parece claro, pero…. Algo parecido ocurrió con otra sentencia en la que el juzgador consideró que un asesino al meter 40 puñaladas a una persona no se había ensañado, porque la víctima, según el juez, había fallecido a consecuencia de las dos primeras cuchilladas, ¡vaya!... por si acaso, seguro que el occiso hubiese preferido que le metieran dos y no cuarenta.

Si estos ejemplos proliferan nos podemos encontrar en situaciones realmente complejas. Estamos embrollados, no sabremos si debemos llamar zorra a una mujer a la que admiramos por su sagacidad e inteligencia y virtuosa a la que sea una pécora, una arpía o una casquivana, que de todo hay en la viña del Señor. O el asesino en serie no sabrá si le conviene más matar de una puñalada o de cincuenta. O si a la testigo deberemos llamarla "testiga". El personal anda desconcertado.