La rimbombantemente llamada "conferencia de paz" formada por conocidos mediadores internacionales ha discurrido sin pena ni gloria para alumbrar un "llamamiento" retórico a ETA del cual pueda colgar la banda terrorista su "cese definitivo de la actividad armada".

El perchero que se le brinda a ETA podría ser efectivamente el instrumento que posibilitara ese anhelo colectivo que vascos en particular y españoles en general alentamos desde hace tanto tiempo. Si así ocurre y si ETA utiliza la oportunidad que se le brinda de conseguir un final, si no honroso, que eso sería imposible, sí al menos decoroso, habrá que felicitarse y que apresurarse a olvidar una escenificación confusa y patosa organizada por las nuevas estrellas mediáticas del abertzalismo radical, Martin Garitano y Juan Carlos Izagirre, presidente de la diputación guipuzcoana y alcalde de Donostia respectivamente, aquél finalmente con corbata para recibir a sus ilustres huéspedes, éste impenitentemente descorbatado como corresponde supuestamente a la progresía colindante con el terror en extinción.

No es conveniente contemplar hoy la hipótesis, que también tiene sus dosis de verosimilitud, de que ni con esta preparación se produzca el deseado final irreversible de la violencia etarra. Pero sí conviene puntualizar algunos aspectos de la balbuciente declaración de los "mediadores", que con toda evidencia apenas tenían una idea vaga de la materia que manejaban al lanzar un comunicado que parece escrito para otro país.

El primer punto del texto, el "llamamiento" a ETA para que haga público "el cese definitivo de la actividad armada" y a los gobiernos francés y español para que dialoguen "exclusivamente las consecuencias del conflicto", forma el núcleo de la declaración, y resultaría plausible si utilizara el término "exigencia" en vez de "llamamiento" y concretara el temario del citado diálogo, que obviamente sólo puede referirse a los presos y al desarme. Pero los otros cuatro puntos de la declaración son un perfecto anacronismo que ni tiene sentido ni debió figurar, a estas alturas, en el guión del acontecimiento.

Como ha escrito Luis R. Aizpeolea, buen conocedor de la política vasca, el comunicado postula el regreso a los esquemas de la declaración de Anoeta de noviembre de 2004 y al proceso de diálogo con el Gobierno de 2006, que incluía la formación de dos mesas, una del Gobierno y ETA para negociar la cuestión de los presos y otra ´mesa política´ de partidos para negociar un nuevo acuerdo político en los tiempos en que la izquierda aberzale era ilegal.

La única secuencia posible es hoy otra: Bildu ya es legal, como lo es Amaiur, que disputará al PNV la primacía en el mundo nacionalista en estas elecciones del 20N. De esta consulta saldrá una primera correlación de fuerzas en Euskadi. El PNV se ha dejado engañar por la izquierda abertzale y ha contribuido a realzar con su presencia un acto publicitario como el del lunes, que ha concedido al antiguo brazo político de ETA todo el protagonismo. ETA, aun después de haber dejado de matar y de estragar, sigue influyendo en la práctica por el papanatismo de quienes no parecen decididos a sortear las trampas políticas del siniestro mundo de la antigua Batasuna.