Aunque se había puesto de moda entre los más jóvenes, BlackBerry es el aparato de los ejecutivos, que se comunican moviendo sus dos pulgares por un teclado diminuto. Es imposible saber lo que está costando al sistema el colapso de BB. Se dice que la avería está solucionada, y los últimos fallos se debían a un tapón por acumulación de mensajes. En ésta y en otras catástrofes la culpa es de la dichosa eficiencia. Para evitar pérdidas (tiempos ociosos, recursos ociosos, capital ocioso) todo funciona tan ajustado que cualquier pequeño obstáculo provoca un trombo, como el simple pinchazo de una rueda en una autovía saturada. Una hipótesis que, bien aliñada, podría ser ley: a mayor eficiencia, más fragilidad, y a eficiencia absoluta, fragilidad absoluta. Lo malo es que cuando todo rompe, y el sistema se va al cuerno, la prueba de la ineficiencia final de la eficiencia ya no sirve para nada.