Al principio sólo era mala gestión ¿recuerdan? Malo: politización de las cajas de ahorro por la gestión de las autonomías. Después empezó lo peor, la letanía de desastres sin compadecerse de colores políticos. Que si Cajasur, CCLM, Sa Nostra, Caixa de Catalunya, residenciadas en comunidades gobernadas por los socialistas y dirigidas o presididas por jacobinos como Hernández Moltó o hasta por un ex vicepresidente del gobierno; que si Caja Duero, Bancaja, la CAM o Novacaixa en Castilla-León, Valencia y Galicia, regidas por el PP y dirigidas, entre otros, por destacados zaplanistas que han encontrado refugio en las modernas poltronas de Rato en Bankia. Era la siniestra superposición de pícaros con la romántica soflama de acercar el poder, el centro de decisión, al territorio. Una connotación demasiado simpática para lo tenebroso del negocio que han llevado entre manos esos supuestos gestores de unas instituciones que, solamente desde el sarcasmo, podían ser consideradas como de beneficio o utilidad social.

A 30 de setiembre el Estado ya lleva gastados 7.551 millones de euros de nuestros bolsillos en recapitalizar a esas entidades –Mare Nostrum (Sa Nostra) tiene un plazo de 25 días para captar capital antes de ser intervenida– a través del FROB, cuando salen a la luz pública los sueldos, indemnizaciones y pensiones que algunos sinvergüenzas se habían asignado y que con el dinero de todos nosotros van a disfrutar. Lo peor de lo peor, según expresión del gobernador del Banco de España. Unos pocos ejemplos. En la CAM la ex directora general, María Dolores Amorós, se había fijado un sueldo de 600.000 euros al año y una pensión vitalicia al jubilarse de 370.000 euros al año. Ante su despido y anulación de la pensión por los administradores del Banco de España, recurrirá a los tribunales. Novacaixa, que ha recibido una inyección publica de 2.465 millones de euros ha destinado al anterior equipo ejecutivo, que pidió su prejubilación, entre indemnizaciones y coste del seguro que cubre su sueldo hasta su fallecimiento, 23,6 millones. Todo legal y sin probable vuelta atrás. El escándalo está servido en un país que sigue generando paro de forma masiva y donde los recortes en los presupuestos de las administraciones están afectando a la sanidad y la educación, en absoluto a las televisiones autonómicas.

Si por una parte, las pasadas semanas hemos tenido que contemplar el penoso espectáculo de la oposición del PSOE echando en cara los recortes a los gobernantes del PP en varias comunidades autónomas por su contribución al incremento de las cifras de paro, mientras la ministra Salgado exige a las mismas comunidades que cumplan los objetivos de déficit que conllevan esos mismos recortes, esta semana hemos podido verlo por parte de la ministra Chacón, que se lanza a la yugular del gobierno catalán por los recortes en Sanidad que éste se ve obligado a realizar para cumplir el objetivo de déficit –que de todas maneras no va a poder cumplir– que exige su compañera de consejo de ministros, cuando es el propio gobierno del Estado el que tiene una inmensa deuda con las comunidades que no salda. Un ejercicio de cinismo del que no se salva ni el mismo candidato Rubalcaba.

Porque eso es lo más tremendo, contemplar cómo se van señalando unos a otros sin que nadie asuma sus responsabilidades. Es cierto que la regulación de las cajas corresponde a las CC AA y por tanto hay una responsabilidad de las mismas en este caos de su gestión y de los blindajes e indemnizaciones hipermillonarias de sus directivos, que muchas veces ni siquiera pasaron por los comités de retribuciones. Feijóo acusa a Ordóñez de disponer de mecanismos legales para impedir estos abusos y éste recuerda que la ley le atribuye competencia sobre la solvencia de estas entidades pero no incluye el control sobre sus retribuciones. Han fallado todos, las autonomías y el gobierno del Estado, que alguna fuerza debiera tener si pone el dinero. Y lo que cabe preguntarse cuando el fallo no es puntual o esporádico sino sistémico, es si tanta mala gestión y tanta sinvergonzonería no es fruto de la siempre presente codicia de los hombres, sino de un sistema que no ha sabido procurarse los oportunos controles sociales, que hace agua ante la desesperación de los ciudadanos que ya lo han perdido todo y el estupor y el espanto de los que temen perderlo todo.

Ante esta situación, irrita que una de las soluciones de los progresistas, apuntada por el candidato socialista –aparte del impuesto sobre el patrimonio de los ricos que no va a pagar ninguno de los que son verdaderamente ricos–, para mejorar el sistema de selección de los cargos públicos, sea convertir las listas bloqueadas y cerradas en sólo cerradas, la montaña que parió un ratón –el PP, como se ve ganador, ni se plantea una reflexión sobre la mejora del sistema–. Se suelta algo de lastre para no volcar, pero se mantiene el timón al mando de las burocracias partidarias. Ni con el país con el agua al cuello está dispuesto el hasta hace dos días poderoso vicepresidente del gobierno a ceder ni el más mínimo resquicio de poder. Como señalaba hace unos días una genial viñeta de El Roto, "el candidato giró sobre sí mismo y afirmó ser ya otro”.