Los movimientos sísmicos en la isla canaria de El Hierro han sido noticia en los últimos días de octubre. Entre los hechos más señalados están las 8600 veces que ha temblado desde mediados de Julio, y la constatación de que la isla se ha elevado 3,5 centímetros, según datos del Instituto Geográfico Nacional (IGN).

Una vez más quiero señalar a los geólogos que tachan mi nueva visión del pasado geológico, gobernado en muchos aspectos por los efectos indirectos de impactos significativos, de "pura heterodoxia", que tienen toda la razón, pero que es así porque ellos han asumido ideas, indemostrables y erróneas, como dogmas científicos.

Generalmente, por su culpa, se divulga la hipótesis de que los terremotos han causado la elevación de áreas continentales, cuando es al revés: los necesarios ajustes isostáticos, derivados del ciclo del agua, requieren la elevación de las placas subaéreas descargadas por el transporte de sedimentos en suspensión o disueltos que van, implacablemente, desde las zonas emergidas a los fondos marinos que deben hundirse por la recarga. Estos movimientos que causan (o más bien son) los terremotos, se deben al sencillo principio de Arquímedes (287-212 a. C.) y que aplicado a las placas de la corteza terrestre se llama isostasia (Airy, 1801-1892).

El hecho de que los numerosos movimientos registrados en El Hierro hayan sido de pequeña intensidad se debe a que la isla es de tipo volcánico, lo cual implica una gran diferencia de espesores en las líneas de contacto entre gruesa placa aérea (descargada) y delgada placa oceánica contigua (recargada). Ello permite pequeños reajustes cuando las tensiones verticales, isostáticos, alcanzan valores que superan la resistencia de los materiales constituyentes del contacto entre tales placas.

Es así de sencillo: la mayoría de los terremotos no son inducidos por supuestos movimientos convectivos del magma, como asume el vigente dogma geológico, sino por el ciclo del agua y el principio de Arquímedes.

Cuando los espesores en el contacto entre placas son más gruesos y similares, sus movimientos de ajuste vertical implican mayores tensiones y el movimiento resultante causa grandes terremotos, como ocurrió en Japón el 11 de marzo de 2011, y el hundimiento de la placa oceánica requirió la llegada de una inmensa masa de agua a las inmediaciones de la costa, cuya onda aumentó de altura con la disminución de la profundidad al aproximarse a la orilla, y causó el terrible tsunami que barrió la zona litoral. Nótese que el epicentro de dicho terremoto y tsunami se ubicó a unos 700 kilómetros de la península Ojika, mientras la fosa que separa la placa 5 (Eurasia) de la placa 1 (Pacífica) queda a más de 2.000 kilómetros de la misma península.

Según las noticias de IGN (1.10.11) el número de sismos detectados en El Hierro desde el 17.07.11 fue de 8862, de los cuales sólo 55 fueron sentidos por la población, y sus epicentros han tenido profundidades de entre 10 y 15 kilómetros. Esta profundidad cuadra con el origen antes descrito, ya que corresponde a la presumible cota inferior de la placa oceánica.

Los terremotos con epicentros profundos (del orden de los 70 kilómetros o superior) tienen otras causas que no guardan relación directa con los ajustes isostáticos. Se trata, a mi entender, de movimientos del manto derivados de la migración secular del eje de rotación del núcleo sólido (sensiblemente coincidente con el eje magnético, ya que el magnetismo se debe a su rápida rotación). Al estar descentrado el núcleo sólido, tal movimiento de migración implica la migración de la compensatoria infiltración del núcleo líquido en el manto y este proceso migratorio causa los minúsculos movimientos de expansión y compresión, en áreas opuestas diametralmente, de las grandes placas, y también la precesión de los equinoccios.

Evidentemente, los terremotos profundos pueden influir en la activación de los superficiales mediante sus vibraciones, pero son procesos muy diferentes. Mientras los actuales y minúsculos movimientos horizontales entre las grandes placas se suponen similares a lo largo de millones de años, según el paradigma vigente, mi explicación "heterodoxa" implica que donde hoy hay expansiones habrá compresiones, y viceversa, dentro de unos 500 años, según el análisis de la migración secular del norte magnético en base a datos de inclinación y declinación, tomados en Londres y París desde el año 1576.

Aunque esta predicción se escapa a nuestras posibilidades de confirmación, es preciso tener presente que Alfred Wegener exponía, en un apéndice del capítulo 3 de su libro El origen de los continentes y océanos, que el valor del aumento de longitud entre Norteamérica y Europa había sido entre los años 1913 a 1927, de unos 32cm/año con un error máximo de 8 cm/año, según los estudios de F. B. Littell y J. C. Hammond. La reciente medición arroja tan sólo un alejamiento de 2 o 3 cm/año, mientras la expansión entre las placas 1 y 8, en el Pacífico oriental, se estima en unos 16 cm/año. Estos datos concuerdan con mi predicción.

* Autor de la teoría unificada de los impactos (UTI)