En una comunidad como la nuestra, el año tiene dos épocas muy diferentes. Durante el invierno, los hoteles, los restaurantes, la movilidad general y el comercio funcionan a medias o no funcionan. Al contrario, durante el verano, la actividad es máxima, todo está en marcha.

Igualmente, la economía sufre fluctuaciones similares, con muy poco dinero durante el invierno y mucho más en verano. O, con más precisión, riqueza creciente entre mayo y septiembre y decreciente entre septiembre y mayo. O sea, que acabamos de pasar lo mejor de muchos años. Porque este verano ha sido de los buenos.

Todo lo anterior es cierto para todos: para los hoteleros, los comerciantes, los restauradores, los trabajadores y, lógicamente, también para el Govern, aunque según él mismo afirma, las cosas son desgarradoras. No hay dinero para pagar a nadie. Ni a las farmacias, ni a los constructores, ni a los proveedores, ni a los ayuntamientos… En educación se han suprimido interinos, ha aumentado el número de alumnos por aula, y en sanidad se han reducido los interinos, las urgencias, los enfermeros y los auxiliares. Se ha despedido a plantillas enteras, se han eliminado empresas. Incluso ha habido amenazas repetidas de no pagar a algunos funcionarios

Sumando las catástrofes anteriores, la quiebra, al mismo nivel que en Grecia, es inevitable. Porque, si el mes de septiembre fue uno de los mejores y si en ese mes el número de parados aumentó por los despidos y por la ausencia de nuevas contrataciones, ¿qué no va a ocurrir hasta mayo? Se acabará el mundo. Si algunos funcionarios han estado a punto de dejar de cobrar en los buenos meses, ¿qué no será en los malos?

Hay dos futuros posibles. Uno: efectivamente la comunidad balear entra en quiebra. El Govern deja de pagar a todos: funcionarios, proveedores, ayuntamientos… todo se acaba. Dos: con más o menos dificultades, el panorama se despeja y las cosas, más mal que bien, siguen.

Supongamos que ocurre la primera: los peores pronósticos se cumplen. Pero, si Baleares entra quiebra, no hay motivos para suponer que el resto de España esté mejor. O sea, que España necesitará ser rescatada, como antes lo fueron Grecia, Irlanda o Portugal. Un negro, negrísimo porvenir, culpa del gobierno anterior.

Pero no del todo.Porque si en España hubo algún disparate del calibre de los descubiertos en Grecia éstos fueron causados por unos pocos gobernantes irresponsables, cuando no delincuentes y aquí, en nuestra tierra, tenemos el mejor ejemplo. Fuera de nuestras preciosas islas se conocen pocos casos del estilo griego, con asesores que sólo figuraron para cobrar, por obras innecesarias y por proyectos disparatados. Pero la deuda del gobierno español siempre fue más bien modesta en comparación con el resto de Europa. No; el problema de nuestro país no fue culpa directa de ningún gobierno; el endeudamiento de España es el de los particulares y de los bancos. Unos por gastar lo que no po- drían pagar y otros por prestar los que no pueden recuperar.

Pero da igual: según la primera posibilidad, el futuro es la catástrofe.

Pero supongamos que ocurriera lo segundo. Que pasaba noviembre y… y no pasaba nada; las cosas seguían más o menos igual, con estrecheces, pero sin qiebra.

En este caso, la única conclusión posible es que alguien está mintiendo mucho. Si en los meses buenos hay amenaza de quiebra y esta quiebra no ocurre en los malos de verdad, hay alguien que está escondiendo el dinero ahora. Muchos recuerdan que Zapatero mintió cuando aseguró que no había crisis. Ahora, es posible que alguien esté haciéndonos creer que la crisis es mucho peor de lo que realmente es.

Pero si la mentira de Zapatero fue grave, quienes están despidiendo personas, están asustando a todos y están haciendo quebrar empresas por no pagar cuando podrían hacerlo sin mayores problemas, están difundiendo una mentira monstruosa. Lo sabremos en unos en pocos meses; ya lo saben: o quiebra, o mentira.

Aunque entonces ya será tarde. Porque el resultado de las elecciones nacionales será inapelable. Si la quiebra ocurriera, las imprescindibles y dolorosas medidas estarían justificadas. Pero si la quiebra no ocurre, el daño –que sin duda llevará a cabo el ganador- sería un fraude indecente.

Hace pocas semanas, un ministro del Reino Unido afirmó que las consecuencias esta crisis serán parecidas a las de una guerra: morirá gente. Si la crisis es tan grave como nos dicen estos días, ciertamente morirá gente de hambre o por incapacidad de un sistema sanitario disminuido. Pero si alguien miente, la gente morirá igualmente, y por las mismas razones. Pero en este caso, las muertes habrán sido innecesarias, causadas por intereses miserables.

Están a punto de convencernos que las privatizaciones son necesarias. Lo cual es siempre cierto. Pero sólo para una parte: la que ganará mucho dinero.