Muchas veces persiste la impresión de que algunas cosas elementales están perfectamente consolidadas o, cuando menos, avanzan de forma progresiva en el seno de la sociedad actual. Sin embargo, después, la misma realidad se encarga de desmentir esta percepción y confirmar que, en determinados ámbitos, como el del elemental respeto a la persona o el de la igualdad de género, todavía queda mucho por hacer, a pesar de habernos instalado en el siglo XXI. Por lo que afecta a la violencia contra la mujer, lo que se puede haber andado en sensibilización no es todavía significativo para mitigar o disminuir tan grave problema. Los datos así lo confirman.

De las numerosas llamadas que recibe el teléfono de emergencias 112 cada mes, 48 de ellas están relacionadas con peticiones de auxilio generadas por violencia contra la mujer. En el primer semestre de este año se ha reclamado esta asistencia en un total de 290 ocasiones frente a las 352 del mismo periodo en el ejercicio anterior. Es un descenso que los técnicos no consideran significativo. Tal interpretación resulta comprensible al constatar que un tercio de esas llamadas están vinculadas directamente con las agresiones y los malos tratos y que en el mismo paquete hay 14 quebrantamientos de órdenes judiciales de alejamiento. Se debe tener en cuenta, además, que las denuncias que se presentan directamente a la Policía o en los juzgados, no están incorporadoas a estos datos. Un último elemento especialmente elocuente: el 3% de las órdenes de alejamiento están solicitadas por menores de edad. Es evidente pues que la educación en el respeto y la igualdad que ya han recibido los jóvenes presenta algunas lagunas considerables y no ha reportado todos los resultados apetecidos.

Balears es una de las comunidades españolas en las que se presentan más denuncias vinculadas a las agresiones contra la mujer. Viene siendo así desde hace tiempo, lo cual reporta una doble vertiente con cara y cruz: si las denuncias o las llamadas de auxilio persisten es porque abunda concienciación sobre la problemática, pero por otro lado también significa que ésta es real desde el mismo momento en que se exterioriza de esta forma. Los analistas de la cuestión también advierten de que la crisis económica, con parejas en paro o mujeres con mayor dependencia pecuniaria del hombre y hasta la mayor estancia de ambos en un hogar que con la violencia pierde tal condición, no han hecho, en su conjunto, más que agravar las cosas.

Será cierto, pero también está claro que todo esto ocurre porque se resquebraja la base, porque la convivencia se ha establecido sobre arenas movedizas o porque de por medio ha habido algún terremoto que ha derrumbado la cordura. Tan grave fenómeno sigue requiriendo mucha atención y constantes medidas de control y corrección partiendo de la base de que, aparte de problemas puntuales de salud, aquí perdura un grave déficit de educación en el sentido más amplio del término. Una persona formada tiene muchas menos posibilidades de ser autor de la violencia de género y una potencial víctima formada también dispone de mejores recursos para salir de ella.