Las recientes noticias y comentarios sobre estos dos tipos de ondas, que se producen de vez en cuando en el mar, me inducen a hacer varias aclaraciones. Ambos fenómenos marinos tienen un origen parecido consistente en una variación del nivel del mar en una extensa área, pero su causa es muy diferente.

El tsunami es motivado por el hundimiento de un área de placa subacuática que, debido a la diferencia de cargas y descargas inducida por el ciclo del agua, de vez en cuando obliga al reajuste vertical entre la placa descargada y que debe elevarse (generalmente continental, aunque no exclusivamente) y la recargada que debe hundirse (generalmente oceánica, aunque no exclusivamente). El ciclo del agua implica el transporte de los materiales erosionados en los continentes hasta incorporarlos al mar, ya sea en suspensión o disueltos.

Tales ajustes isostáticos son la causa del terremoto que ha precedido al tsunami, y éste consiste en una onda de desplazamiento de masa de agua que debe rellenar el hueco producido en el área de la placa oceánica descendida. Tal onda es de larga longitud y escasa altura en altamar y, por ello, los barcos que navegan por tales áreas apenas se enteran; pero al propagarse en profundidades que se van reduciendo al aproximarse a la costa, debe reducir su longitud a medida que se reduce la profundidad y, por consiguiente, aumentar su altura sin perder su velocidad. De ahí que la onda del tsunami alcance varios metros de altura con sus terribles efectos en los puertos y costas afectados. Así los daños del tsunami repercuten esencialmente en la misma costa afectada por el terremoto; no obstante su onda principal se refleja en la costa y, junto con otras ondas ligada a la principal, repercute en toda el área oceánica correspondiente, si bien sus efectos nocivos suelen ser de escasa importancia.

La risaga se debe a los cambios de presión atmosférica. La variación del nivel del mar que la provoca nada tiene que ver con los terremotos. Los efectos nocivos de las risagas son típicos de determinadas áreas costeras, y para explicar su génesis es útil describir un ejemplo. En las Baleares tenemos el caso singular del puerto de Ciudadella:

a) Cuando se produce un descenso rápido de las presiones atmosféricas en las áreas de los Golfos de León y de Génova y, al mismo tiempo una elevación en las áreas del Mediterráneo occidental y el Golfo de Cádiz, se debe producir un desplazamiento de una gran masa de agua desde el sureste del Mediterráneo hacia los mencionados golfos de las costas francesa e italiana. Téngase en cuenta que, aproximadamente, cada milibar de diferencia entre presiones de una u otra área implica un centímetro de diferencia entre los niveles del mar correspondientes.

b) El transporte de la masa de agua necesaria se produce en forma de una larga onda que se desplaza hacia el norte en el área comprendida entre la costa de levante mallorquina y la costa de poniente menorquina. En este movimiento, tal tramo de onda debe reducir su anchura a medida que avanza hacia Ciudadela, que queda muy próxima al estrecho que separa ambas islas, y ello implica necesariamente un aumento de altura de dicho tramo de onda a causa de la forma de embudo de esta área marítima.

c) Finalmente, el puerto de Ciudadela (que hoy podemos decir "antiguo" al haberse inaugurado el nuevo puerto exterior) se encuentra en el fondo de un "sub embudo acantilado" y, por consiguiente, la onda descrita experimenta un nuevo aumento de altura (por reducción de anchura) además del inducido por la reducción de profundidad en las inmediaciones del puerto.

Estas son algunas de las circunstancias que inducen la peligrosidad de risagas en el "antiguo" puerto de Ciudadela. En principio cabe esperar que en el futuro sean menos peligrosas gracias al puerto exterior, cuya construcción contribuirá a disminuir el efecto de "sub embudo" antes mencionado.

Como decía María Josep Picó (DM, 29.05-20011), el tsunami es consecuencia de un terremoto, mientras la risaga es consecuencia de rápidas variaciones de presión atmosférica. Pero es necesario profundizar en las circunstancias geográficas y configuraciones costeras para comprender los efectos de estas últimas, y para adoptar las medidas adecuadas para paliar su peligrosidad.

En cuanto a los tsunamis y terremotos es hora de olvidar los dogmas geológicos sobre los movimientos convectivos del magma (u otras causas desconocidas como a veces se dice), como causa de movimientos horizontales entre placas. Es hora de tomar en serio los procesos de descarga erosiva de los continentes y la carga sedimentaria de los bordes litorales, como una de sus causas principales, ligada a movimientos verticales de ajuste isostático.

Cuando a veces se habla se habla de la elevación de las montañas, atribuyendo su causa al terremoto, se desvirtúa el proceso real. El ciclo del agua y su transporte sedimentario al mar no afectan a los puntos de control de nivel de las montañas, y éstas, con su placa, deben elevarse cuando las tensiones inducidas por su descarga superan las de rozamiento y cohesión. Tal movimiento es la causa del temblor de la tierra (terremoto): no al revés. El actual dogma de que tal elevación se produce por una subducción es mera hipótesis, aunque tales procesos han sido un mecanismo frecuente en el pasado geológico causando montañas y cordilleras, pero por otras causas que aquí no puedo resumir.

Lo que sí quiero afirmar es que Jorge Olcina tiene mucha razón cuando afirma (DM 27.05.2011) que "no podemos estudiar con detalle el clima sin acudir a las enseñanzas de la historia" si bien en mi opinión habría que añadir "la prehistoria y el pasado geológico", pero sin los supuestos seis supercontinentes, Pangea, Pannotia, Rodinia, Nuna Columbia, Kenorlandia y Ur, fruto de la imaginación convertida en dogma geológico. Y, por si fuera poco, divulgada recientemente en documentales, como si se tratase de realidades y hechos demostrados científicamente.