Las elecciones autonómicas y municipales del domingo arrojan un resultado complejo cuyo análisis puede sintetizarse en forma de titular: el PP barre al PSOE. Sin embargo, el conjunto de los resultados ofrece particularidades y matices que resultan iluminadores y que conviene conocer. He aquí algunas observaciones:

1.– Los resultados globales de las elecciones municipales ofrecen mejor que cualquier otro indicador una evaluación del grado de apoyo que obtiene cada partido político. Así, el PP ha conseguido este domingo el 37,5% de los votos, un 1,9% más que en las elecciones municipales del 2007; el PSOE, un 27,8%, un 7,1% menos que hace cuatro años; e Izquierda Unida ha logrado un 6,3%, un 0,8% más que en la anterior ocasión. En otras palabras, se ha producido un desplome muy relevante del PSOE, que ha perdido más de siete puntos y 1,5 millones de votos (actualmente, cuenta con 6,3 millones), que sólo ha sido parcialmente capitalizado por el Partido Popular, que apenas se ha adueñado de medio millón de votos más (hasta 8,5 millones). Como casi siempre ocurre en los sistemas parlamentarios, ha sido el PSOE el que ha perdido rotundamente las elecciones, en tanto el PP se ha movido tan sólo un poco para ganarlas.

2.– La desafección social hacia los dos grandes partidos no se ha reflejado en un descenso de la participación pero sí en la pérdida de votos conjuntos (casi un millón de votos menos), en un aumento del voto en blanco y en un crecimiento discreto de las terceras vías. El voto en blanco ha pasado del 1,92% en 2007 al 2,54% el 22M. Izquierda Unida –ya se ha dicho- ha crecido un 0,8% y algo más de 200.000 votos. Y el partido de Rosa Díaz, que es la bisagra por antonomasia, se ha anotado un 2% y 465.000 votos en total. Puede decirse, pues, que el fenómeno ha existido pero con dimensiones muy poco significativas. Y en lo que respecta a UPyD, parece claro que si en las actuales circunstancias, con el viento a favor, sólo ha logrado medio millón de votos, puede decirse que estamos ante un experimento fallido.

3.– El desplome del PSOE, en un país regido por un bipartidismo imperfecto, explica a las claras lo aparatoso de la derrota socialista (en los países como el Reino Unido en los que el sistema electoral es mayoritario son frecuentes las legislaturas en que la hegemonía del vencedor es abrumadora). No estamos, pues, ante el hundimiento de un modelo sino ante una circunstancia de gravísimo desgaste de uno de los dos actores principales. El PP acumula ocasionalmente una gran cuota de poder, pero ello es perfectamente normal en nuestro sistema y en las actuales circunstancias. En otras palabras: hay que desdramatizar lo sucedido y que negar absolutamente las interpretaciones apocalípticas.

4.– Los resultados de Bildu sobrecogen pero no tienen nada de extraordinarios. Con toda evidencia, la coalición, que ha obtenido más de 276.000 votos en Euskadi (además de 43.000 en Navarra, el 13,3% de los votos en esa comunidad), ha recogido resultados muy semejantes a los de 1999, cuando en nombre de la izquierda abertzale concurrió Euskal Herritarrok. Este partido consiguió entonces 228.000 votos, al tiempo que Eusko Alkartasuna se anotaba en solitario 36.000. El independentismo radical se mantiene, pues, en sus dimensiones conocidas.