Durante los primeros meses de este año existe un estado de opinión muy generalizado en torno a las perspectivas positivas sobre la temporada turística que se avecina. Las causas son demasiado conocidas: conflictos en destinos competitivos, sensible mejora en las economías de los países emisores, aumento de precios en Turquía… Incluso aquello que parece más coyuntural, como las situaciones de conflicto en el Mediterráneo, con frecuencia se convierten en un elemento permanente que actúa en beneficio de destinos como Balears.

Resulta lógico que después de una última parte de la primera década de este siglo de auténtica sequía, estas perspectivas favorables proporcionan a los agentes turísticos una sensación de alivio. Sin embargo, al contrario de lo que ocurría antes, ya deben ser pocos los que se llevan a engaño en torno a la fragilidad de nuestra situación en el mercado turístico. Parece evidente que, a pesar de la presencia de unos años positivos en la primera década del presente siglo la realidad puso sobre el tapete el hecho de que nuestro modelo mostraba síntomas de estancamiento propio de un destino maduro. Veamos algunos de estos síntomas.

El crecimiento de las estancias, cuando ha existido, ha sido muy inferior a la de los países competidores. El acortamiento de la temporada ha seguido creciendo. Los precios percibidos por las empresas hoteleras han crecido muy poco y en cualquier caso, sensiblemente menos que la inflación. A los ingresos por habitación ocupada (Revpar) les ha ocurrido algo parecido que a los precios. El "todo incluido" ha pasado de alrededor del 8% de los turistas en el año 2000 al 20% en el año 2010. Y esto último es negativo por una razón muy clara: en el año 2009 el gasto en extras en el alojamiento más el gasto fuera del alojamiento por turista y día fue sensiblemente inferior en los turistas de todo incluido que en el resto, sin que la pequeña diferencia a favor en el precio del paquete de todo incluido compensara ni de lejos dicho gasto superior de los que no contratan todo incluido.

Y un último detalle. En el profundo estudio del Centre de Recerca Económica de Sa Nostra y la UIB se demuestra que en Balears la competitividad de las pequeñas y medianas empresas entre el año 2000 y el 2007 se debió a que los márgenes de rentabilidad se salvaron debido a unos costes financieros muy bajos, a una cierta expansión de la demanda y a un descenso de los costes salariales no tanto por una reducción de la contratación sino por una disminución del salario al contratar mano de obra menos cualificada. Todo ello además con la ayuda de un comportamiento aceptable de los costes de los productos intermedios. A partir de ahora ¿se seguirán dando estas condiciones favorables? A modo de ejemplo, ¿es lógico pensar que un sector turístico de futuro se puede basar en una mano de obra de cada vez menos cualificada?

En definitiva, estos años recientes de crisis solo han hecho que poner números negativos a una situación que como hemos intentado explicar ya era difícil en el conjunto de la década. Sin embargo, existen un conjunto de condicionantes que nos permiten afirmar que a pesar del estancamiento se puede gestionar un rejuvenecimiento de nuestro modelo. Vamos por partes. En primer lugar, Balears goza de un gran nivel de fidelidad. Un 55% de los que nos visitan ya han venido tres o mas veces. Existe una cuasi unánime intención de repetir y recomendar y se sigue valorando positivamente la calidad medioambiental y paisajística.

En segundo lugar, Mariano Sacristán al que recordamos todos con estima y admiración , señalaba que Balears, gozó de dos primeras etapas en las que sus cadenas se internacionalizaron manteniendo sus centrales aquí, apareciendo posteriormente en los noventa empresas de nuevas tecnologías que ofrecían sus servicios al turismo. Afirmaba, además, que se esta iniciando una tercera etapa en la que este know-how tecnológico turístico se expande a diferentes países del mundo. Obviamente, pues, estamos hablando de una ventaja competitiva.

En tercer lugar, es cierto que en estos últimos años se han dado pasos por parte de la Administración para generar cambios, aunque el transitar de varios consellers de Turismo y la inacción de la dimitida Teniente de Alcalde de Turismo del Ayuntamiento de Palma son excepciones evidentes. El Plan de Acción Integral de la Playa de Palma o las oportunidades turísticas se que pueden generar por la probable concesión a la Serra de Tramuntana de Patrimonio de la Humanidad, son ejemplo claramente positivos. No obstante, ha existido una escasa política de producto y comercialización que permita una reorientación para competir mejor y crear más valor añadido.

Si es cierto que no esta todo por hacer, si falta mucho por hacer, lo cual ante las sensibles potencialidades de Balears nos tiene que generar optimismo. Es evidente que poseemos una extensísima oferta de recursos naturales, culturales o monumentales no orientada al turismo. Queda un margen de maniobra muy elevado para potenciar el desarrollo del turismo deportivo y de salud. Existen amplias posibilidades de acceder a otras zonas de generación turística por la excesiva orientación al turismo alemán y británico.

En definitiva, frente a estrategias de monoproducto, monosegmento y monocanal de comercialización hay que insistir en las estrategias múltiples. En Balears, la adopción de nuevas formas de comercialización de destino y de empresa turística no va al ritmo adecuado. Hemos de reducir y mejorar nuestra oferta de nuestro tradicional turismo vacacional cuyo éxito nos permite, además, mantener las ventajas de unas islas bien comunicadas que harán más fácil el desarrollo de nuevos productos que serán necesariamente minoritarios y, en gran medida, desestacionalizadores. De ello hay que tomar conciencia. A partir de ahora atraer nuevos segmentos ya no nos permitirá hablar de cientos de miles de turistas tal como estamos acostumbrados. Solo conseguiremos cifras significativas sumando cantidades relativamente reducidas.

La Administración debe ofrecer la información y el conocimiento que sean útiles al sector privado, el cual tendrá que ser el gran protagonista del cambio no solo del propio sector turístico sino también de la gran cantidad de actividades que es capaz de "arrastrar". Seguir con las estrategias de cooperación para crear sinergias será un instrumento básico para generar un crecimiento económico más cualitativo y sostenible. Bajar la guardia, como en otras épocas, cuando la coyuntura parece favorable sería volver a caer en el error.