Una. He leído con mucha atención los artículos de José Jaume y Melitón Cardona publicados los días 9 y 18 de febrero sobre la rebelión en los países árabes. Coincidiendo con ellos en el peligro de que a los dictadores les sustituyan teocracias islamistas, como ocurrió en Irán, no comparto el estupor que les causa la manera cómo Occidente ha amortizado al dictador corrupto Mubarak. Hasta tal punto parece manifestarse su contrariedad, que atribuyen a ciertos enviados especiales la condición de partícipes de la revuelta para tumbar al autócrata egipcio. No lo dicen de forma explícita pero sugieren que en Oriente Medio sólo son posibles o bien dictaduras o teocracias islamistas.

A ver si seremos más papistas que el Papa. Aún reconociendo el peligro real de las teocracias para Europa y para el mundo, no creo que sea disparatado el análisis hecho por Obama de que existe un movimiento en los países árabes, estimulado por la globalización y las nuevas tecnologías, de reivindicación de unos derechos y unas libertades que son las nuestras. Tienen los ciudadanos de estos países derecho a ser gobernados democráticamente y a aspirar a no sufrir la corrupción de los sátrapas. Tienen un modelo a seguir, el de Turquía que, aunque no sea perfecto puede conjugar, con todas sus deficiencias, las aspiraciones de estos millones de jóvenes sin futuro. O con el único futuro de la emigración a Europa o EE.UU. Creo moralmente inaceptable, cuando se analiza la situación de Oriente Medio, argumentar respecto al conflicto palestino-israelí, defender a Israel como la única democracia de la zona, rodeada de dictaduras y, en el preciso momento en que, humillados por el desprecio de los gobernantes plutócratas, se incineran jóvenes como Mohamed Bouazizi y se incendian las multitudes árabes al grito de libertad, dignidad y democracia, vayamos a salir nosotros diciendo que no, que con sus dictaduras vivimos más tranquilos, que hay riesgo de islamismo. Entonces es que el argumento en defensa de Israel era espurio. Hasta Peres ha reconocido que está encantado con las revoluciones en los países árabes.

Los árabes son tan humanos como nosotros y no se ha demostrado la existencia de ningún gen islámico que los condene a las tinieblas. Ni siquiera el régimen iraní de los ayatolás podrá escurrirse del ansia de libertad y dignidad al que aspira todo ser humano. Nadie será inmune al ejemplo servido por las tecnologías de la información del que China se está defendiendo. Dos emociones colectivas me han embargado el alma en mi vida: la caída del muro de Berlín y esta plaza Tahrir donde un joven cairota, al día siguiente de la caída del tirano, decía: "Amo a mi país, por eso he venido a limpiar la plaza." Por eso me producen vergüenza ajena las pusilánimes primeras declaraciones de Trinidad Jiménez, toda compungida, pidiendo simplemente –como por favor– al sanguinario fantoche de Libia que respete los derechos de los ciudadanos a manifestarse. ¿Es que no sabe que no los tienen? ¿Es que no se da cuenta que deberían exigirle la libertad que reclaman sus ciudadanos? ¿Es que no se dan cuenta que los están masacrando? ¡Actúen ya, paren las matanzas! Claro que hay riesgos, pero si queremos un mundo mejor habrá que arrostrarlos. ¡Qué vergüenza de dirigentes! ¡Qué cobardes!

Dos. Diecisiete de las mayores empresas del país han presentado una nueva entidad para impulsar la marca y la competitividad de la economía española. Se llama Consejo Empresarial para la Competitividad. Entre sus principales objetivos, aportar ideas que mejoren su imagen y credibilidad internacional. Ahí están Emilio Botín, Antonio Brufau, Isidre Fainé, Florentino Pérez, Isidoro Álvarez, Simón Pedro Barceló, Amancio Ortega, Ignacio Galán, Isak Andic, J.M. Martínez, J.M. Entrecanales, Rafael del Pino, Joan Roig, J.M. Lara…y César Alierta. En fin, que para mejorar la imagen empresarial de España colocan al frente de este consejo al tramposo César Alierta, el presidente de Telefónica absuelto por el Tribunal Supremo, por prescripción, del delito de compra de acciones de Tabacalera con información privilegiada. El delito se cometió. Pues menuda imagen en el exterior de los empresarios españoles. Ya es un misterio cómo se puede mantener este pillastre al frente de Telefónica cuando las participaciones significativas de Telefónica están en manos del gran Isidre Fainé (La Caixa, con un 5,170%), así mismo vicepresidente de Telefónica, y de González (BBVA, con un 5,543%), cuando con una mera indicación de ambos desaparecería del mapa. ¿Qué les da Alierta al poder político, a Fainé y a González para que pasemos la vergüenza de verlo presidiendo casi todo? A ZP le da un puesto en el consejo para su amigo Javier de Paz sin experiencia de gestión empresarial conocida –321.000 euros al año, (informe de retribuciones del C.A. Telefónica, 2009), 2,5 veces los honorarios de F. González en Gas Natural–; a los medios, publicidad; ¿pero qué les da a Fainé –aparte de sus honorarios, 350.000 euros al año– y a González?