Maria Gener, que es un alto cargo de la conselleria de Educación, analiza los datos del último informe PISA sobre la pésima comprensión lectora de los alumnos de Balears diferenciando los niveles de comprensión de los "textos continuos" y los "textos discontinuos". Al leer la información he tenido que volver atrás. ¿Textos continuos? ¿Textos discontinuos? ¿De qué diablos está hablando esta mujer? Por suerte, he logrado entender que los "textos continuos" son los escritos, mientras que los "textos discontinuos" son los mapas y los gráficos. O sea que un mapamundi lleno de colores y líneas y nombres tan bellos como mar de Andamán o Círculo Polar Ártico es un "texto discontinuo", sea lo que sea eso. ¡Dios bendito!

En el mundo en el que yo crecí, que por lo visto está tan desfasado como el mundo de los daguerrotipos y las farolas de gas, los gráficos y los mapas pertenecían al ámbito de la imagen y a nadie en su sano juicio se le ocurría incluirlos en la categoría de "textos". Ahora, por el contrario, un mapa es un "texto discontinuo", innovación que imagino establecida por algún pedagogo de ésos que llevan años encerrados en un gabinete universitario, sin ver a un solo niño en edad escolar, porque se han dedicado durante día y noche a analizar gráficos y libros (gráficos con estadísticas de alumnos zurdos y alumnos diestros, por ejemplo, y libros de nutrición, libros de álgebra, libros de ciencias naturales), hasta llegar a la milagrosa conclusión de que unos son "textos discontinuos" y los otros son "textos continuos", por la que el pedagogo en cuestión habrá recibido algún reconocimiento importante, tal vez un equivalente del Premio Nobel de Pedagogía, recompensado con un largo viaje a la isla de Jauja.

Ignoro si Maria Gener se cree estas paparruchas impuestas por la secta pedagógica que controla las facultades de Magisterio y algunos sindicatos de enseñanza, o si más bien se ve obligada a usarlas porque forman parte de la jerga técnica que se ha impuesto en la educación pública. Me gustaría pensar que se trata de esto último y que la directora general se ve forzada a usar estos conceptos del mismo modo que los turistas que visitan el Japón se ven forzados a comer con palillos. Pero no deja de ser llamativo que los resultados del informe PISA pongan de manifiesto los pésimos resultados de nuestros alumnos en comprensión lectora, justo cuando descubrimos con asombro que los alumnos distinguen –o se ven forzados a distinguir– los "textos continuos" de los "textos discontinuos". No es raro que muchos acaben haciéndose un lío.

Hay pedagogos sensatos que saben usar con inteligencia las innovaciones educativas. Pero también hay una secta de fundamentalistas disparatados que lleva treinta años imponiendo sus criterios y que por desgracia ha acabado dominando las facultades de Pedagogía y algunos sindicatos de profesores. Estos pedagogos están obsesionados por los tecnicismos, las estadísticas y el papeleo. Les gustan los informes, los esquemas, los gráficos y las programaciones, a ser posible por quintuplicado. Suelen ser nacionalistas furibundos y creen que la escuela es un instrumento de "normalización cultural", sea eso lo que sea. Por lo general odian la intuición, la inteligencia, el humor, la mano izquierda y la capacidad de improvisar. También desdeñan los conocimientos y desconfían del saber. Uno de sus principios intocables es que los profesores no deben tener unos conocimientos bien fundados de su materia, sino que deben conocer las "técnicas" adecuadas para enseñarla. Por lo tanto, el buen profesor de matemáticas no es aquél que conoce muy bien su materia y disfruta enseñándola porque posee la intuición y la inteligencia imprescindibles para interesar a sus alumnos, sino el profesor que conoce las técnicas pedagógicas de las matemáticas mucho mejor que las propias matemáticas. Y por la misma razón, el buen profesor de literatura no es aquél que consigue hacer disfrutar a un alumno de ESO con un cuento de Quim Monzó (juro que es posible hacerlo) o con una letra de hip-hop de SFDK (también es posible hacerlo), sino aquél que conoce bien la diferencia primordial entre un "texto continuo" y uno "discontinuo", por poner un ejemplo cercano. Y ya que estamos, uno se pregunta qué alumno medianamente cuerdo va a perder su tiempo intentando leer un "texto continuo". Sea eso lo que sea.