El mapa político europeo comienza a estar ocupado por la extrema-derecha, cuyo mensaje xenófobo y racista se basa en la inquietud que crea, especialmente en momentos de crisis, la presencia de inmigrantes. En nuestra comunidad un 62,8% considera que hay demasiados inmigrantes porque, ahora en plena crisis, los inmigrantes "nos quitan los puestos de trabajo, usan nuestros servicios públicos, pueden convertirse en delincuentes, y la mayoría de ellos no tiene voluntad de integrarse". La carnaza está servida. Los partidos, sumidos en la caza del voto, pueden tener la tentación (¡algunos ya la tienen, y otros ya la practican!) de convertir, simple y llanamente, a los inmigrantes en carne de cañón. No es extraño que, según una encuesta incluida en www.gadeso.org, un 69% de nuestros ciudadanos considera que, también en nuestra comunidad, los partidos políticos van a utilizar argumentos populistas, incluyendo a los inmigrantes, en la próxima campaña electoral.

El trabajo y los servicios públicos

Puede ser comprensible, aunque no justificable, la reacción emotiva de personas sin trabajo, ante otras personas (¡inmigrantes con papeles)! también en situación de paro. "Nosotros", sin saber muy bien porqué, tenemos más derechos que "ellos". Olvidando que ellos no eran nuestros contrincantes cuando hacían los trabajos que nosotros no podíamos o no queríamos hacer; y pasando por alto que tales trabajadores (¡inmigrantes legales!) han cotizado a la seguridad social. En referencia al abuso de los servicios públicos, existe un reciente informe (incluido en la web de Fundació Gadeso), realizado por personal de la sanidad y otros servicios, negando tal percepción.

Los inmigrantes no son potenciales delincuentes. Tal potencialidad procede de la marginalidad, entre los cuales hay inmigrantes y autóctonos. Lo gitanos, por el hecho de serlo, tampoco son vagos y maleantes. En nuestro caso no se puede asimilar el clan de la Paca o la desastrosa situación de son Banya, sin más, con la etnia gitana. Aconsejo releer la entrevista que el pasado sábado hizo Matías Vallés, en este mismo periódico, a Luis Escalona, gitano de pura cepa.

La convivencia

Vivir y convivir con personas diferentes y diversas nunca es fácil, incluido nuestros entornos familiares. En el contexto europeo se adoptaron diversas fórmulas. Los franceses, dado que la mayoría de su inmigración procedía de sus antiguas colonias, pretendían "la integración" facilitándoles la obtención de la nacionalidad. El tiempo ha demostrado que tal medida no ha sido útil para la inclusión social y cultural. Los graves conflictos sociales en Francia (2005), se produjeron en zonas de extrarradio ocupadas por jóvenes franceses inmigrantes de segunda y tercera generación, junto con otros de pura cepa. No fue una rebelión de inmigrantes, sino de jóvenes sin presente ni futuro. Lo que sucedía es que entre tales marginados también había jóvenes franceses (hijos o nietos de inmigrantes).

La otra fórmula, adoptada en parte por los anglosajones, es la denominada "multiculturalidad". Zonas o áreas que eran habitadas por culturas diferenciadas (china, paquistaní, india…). Tal fórmula funcionó relativamente bien hasta las recientes inmigraciones. Aquellos barrios se convirtieron en guetos explosivos, sobretodo por el fundamentalismo islámico.

El mejor camino para evitar el conflicto es la denominada "interculturalidad". No hay (o no debería hacer) espacios exclusivos por etnias, culturas, religiones. Los espacios urbanos y los servicios públicos son comunes. Los modos culturales de referencia son los propios del país de acogida, sin que ello deba implicar el reniego de sus propias culturales siempre que sean compatibles. La interculturalidad, con sus problemas incluidos, ha sido la fórmula aplicada para la convivencia, en el área mediterránea, especialmente en España.

Los problemas cotidianos

Hoy también entre nosotros surgen problemas. Sería absurdo negar la dificultad que representa la presencia de un número relevante de personas cuyos hábitos, culturas, y religiones son diferentes. En la proximidad puede ser cierta la dificultad de convivir con vecinos "ruidosos". Pero de aquí no se puede deducir que todos los inmigrantes sean insoportables como vecinos. Yo personalmente les puedo afirmar que los mejores vecinos que he tenido, y tengo, son colombianos, y no por ello deduzco que todos los inmigrantes son santos.

Comienzan a aparecer barrios enteros dominados por los comercios chinos, que están cambiando su naturaleza originaria de la zona. La presencia lógica de mezquitas para dar respuesta a sus miles de feligreses, representa una nueva problemática (cfr. en Catalunya). La aparición de múltiples y diversas agrupaciones étnicas y o culturales con presencia activa, pero con dificultades de participación en otras organizaciones cívicas multiétnicas y o culturales…

Algunos quisieran que tales personas olvidasen absolutamente sus raíces, para integrarse en cuerpo y alma a nuestros hábitos de vivir y convivir. Tal pretensión, además de absurda, es imposible. A un andaluz, con largos decenios entre nosotros, no se le puede exigir (¡antes al contrario!) que reniegue de su cultura. A nadie se le puede obligar a prescindir de sus raíces. Pero tampoco es aceptable que no haga un esfuerzo para adaptarse a los modos y formas del país o región de acogida. El mestizaje puede ser una oportunidad, lo que no significa (¡o no debería ser!) un "pastiche cultural".

La inclusión (¡lo contrario de exclusión!) social y cultural de los inmigrantes es absolutamente necesaria. Ello significa que puedan practicar los mismos derechos y obligaciones que los nacidos aquí. Especialmente las personas y familias con años residiendo entre nosotros, a través de la reagrupación familiar, deben tener las mismas (¡no más!) oportunidades que nosotros (laborales, escolares, servicios públicos). Son ciudadanos, igual que nosotros, que pagan sus impuestos. Pero también deben cumplir con sus obligaciones cívicas. Tal inclusión social incluye, o debería incluir la inclusión cultural. Participación activa en nuestros modos de vivir y convivir, incluida la lengua. Tal inclusión debe exigírseles, pero también ofreciéndoles posibilidades reales.

Nada de lo escrito hasta aquí es fácil de llevar a la práctica. Pero lo contrario, garantiza el conflicto social y cultural. Entre otros motivos porque poner puertas al campo es imposible, en un mundo de día en día más globalizado. Lo que sería grave es que algunos políticos y partidos con tal de conseguir votos utilizaran los problemas de convivencia, que haberlos haylos, para trasmitir un mensaje racista centrado en los inmigrantes.