En una pieza separada del caso Maquillaje, relacionado con la productora Video U y el uso de dinero público con fines partidistas de UM, el señor Eduardo Corvalán ha señalado a Josep Lliteres, dirigente de este partido como el cerebro de una trama organizada para obtener votos a cambio de empleos en las empresas públicas y otros favores. Todo ello a través del presidente de la Casa Argentina, Jorge Mandado. Lliteres fue director de Relaciones Institucionales del CIM con M.A. Munar y director general de Qualitat Ambiental del Govern Balear con Francesc Antich. La compra de votos ha sido motivo de rifirrafe entre el dirigente del PP González Pons y Antich. El primero ha exigido la dimisión del segundo por haberse aupado a la presidencia con votos comprados. Éste ha acusado a González Pons y al PP de Madrid de no enterarse de nada. Es verdad que el atildado y relamido González Pons ha dicho muchas tonterías hablando de la política balear, pero ello no obsta para que algunas cosas no sean ciertas. Antich, creyendo despejar el balón hacia el área de sus adversarios, dice que los socios de UM, cuando la compra, eran los del PP, pero se calla que los votos comprados no sirvieron al PP, sino al PSOE, para que él fuera presidente.

Melià ha terciado en la polémica que tenía a su partido como arma arrojadiza entre los dos gallitos del gallinero. Y ha dicho una verdad: que todos los partidos realizan prácticas clientelares. Tiene razón, lo hemos visto, desarrollado de forma espectacular cuando gobernaba el PP, en Emaya mandando UM, de forma más soterrada en el entorno más próximo de Antich –¡ay, las novias!, ¡ay, los votos en los congresos!–, de Grosske –la militancia–, PSM, etc. Hay distingos escolásticos, claro. No es lo mismo una contratación fija para toda la vida que una eventual por la duración del mandato, que un nombramiento de confianza para un cargo para el que no se está capacitado. Si seguimos con la escolástica, pagar por los votos en unas elecciones, puede parecer el pecado más grave. Ahí tenemos el precedente del caso Mapau, que afectó plenamente al PP, por mucho que los jueces salvaran a Matas –¡cuántos disgustos nos habríamos ahorrado!–. Pero me encuentro incómodo con esta filosofía medieval de los distingos y las graduaciones. ¿Por qué tendría que ser pecado de lesa democracia dar unos cientos de euros por un voto, o una millonada de euros, que es lo que supone un puesto fijo en la administración y, por el contrario un pecadito venial o una práctica consustancial, aunque ligeramente reprochable, practicar el clientelismo desde el poder con compañeros militantes o simpatizantes, sea por una temporada, sea para toda la vida? ¿Es que esta supuesta práctica no está ligada a la fidelidad en el apoyo político continuado, sea en el interior de los partidos, sea en el voto en unas elecciones, sea en el trabajo de proselitismo?

Melià tiene razón, pero ello no salva a su partido y a su propia responsabilidad como militante destacado de UM. Dice en voz alta lo que todos sabemos. No me extrañan los sarpullidos que ha provocado en el resto de partidos, especialmente en la izquierda, los que se creen ungidos por una razón histórica. Confirma desde dentro y sin anestesia que hay un cáncer que corroe la democracia, sin visos de curación, porque quienes están al mando de todo el sistema inmunitario son las propias células tumorales. Los partidos ocupan el poder, crean empresas para colocación de adictos y sus políticas son en buena parte esclavas del entretenimiento y de las presiones de los poderosos: Palma Arena, televisiones –IB3, Televisión de Mallorca–, Palacio de Congresos, Museu des Baluard, marketing y urbanismo para hoteleros, Ibatur,… y relegan las necesarias pero poco productivas en votos: aplicación de la ley de la dependencia, residencias para mayores, investigación, universidad, viviendas sociales, …El último ejemplo es el cierre del matadero de Palma por ausencia de una planta insular de tratamiento de residuos animales. La anécdota que deviene categoría en toda esta mascarada es la elección, antes de las elecciones de 2007, de esta Miss Argentina Balear, hija del señor Corvalán, promovida por esta casta cutre de políticos con los que tan sacrificadamente ha convivido el señor Melià.