En el caso bastante improbable de que en alguna galaxia remota hubiese planetas con seres vivos e inteligentes, y en el bien difícil de imaginar supuesto de que tuviesen la curiosidad y los medios para buscar vida a millones de años luz, es fácil que pasasen por alto nuestro planeta nada más comprobar que en él existe oxígeno libre. El oxígeno es un elemento capaz de destruir casi todo y, desde luego, las macromoléculas constituyentes de la vida que conocemos nosotros. Bien paradójico es que todo ese oxígeno proceda de los primeros seres vivos que hubo en el planeta: las cianobacterias o algas azuladas que, aunque no sean algas, también se les llama así. Esas bacterias capaces de realizar la fotosíntesis liberaron cantidades ingentes de oxígeno en la atmósfera reductora que existía en la Tierra hace cerca de tres mil millones de años, hasta volverla oxidante. Y a partir de ahí, la selección natural fue haciendo surgir organismos mucho más complejos que aquellos procariotas iniciales.

Hallar las huellas de los primeros seres que responden a la idea popular acerca de lo que es un animal resulta una tarea nada fácil. Pero un equipo encabezado por Adam Maloof, del departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Princeton, Estados Unidos, ha publicado en Nature Geosciences un trabajo que pone de manifiesto cómo la imaginación puede en casi todas las ocasiones saltarse las barreras tecnológicas. Los ejemplares reconocibles de animales más antiguos tienen cerca de 500 millones de años, fecha en la que se produjeron calcificaciones capaces de mantener la forma del organismo fosilizado. Pues bien, Maloof y sus colaboradores han logrado reconstruir imágenes de fósiles que podríamos llamar incipientes, no petrificados en el sentido estricto de lo que es la fosilización pero embebidos en una matriz de calcita, con 90 millones de años más como poco. Ni siquiera mediante las técnicas habituales de rayos X es posible distinguirlos, así que los geólogos de Princeton cortaron en láminas muy finas la matriz para luego escanearla y obtener así muestras a una resolución bajísima pero susceptibles de ser recompuestas mediante computadoras hasta formar una imagen tridimensional.

¿Y qué ha surgido? ¿Cuál era ese animal anterior a la glaciación Marinoana —el episodio, por cierto, que estaba estudiando el equipo de Maloof? Un metazoo —organismo pluricelular— de forma elíptica, carente de simetría, ni radial ni lateral, y con canales internos que llevan hasta la superficie del fósil. Comparando el ser reconstruido con los que conocemos ahora, los autores del descubrimiento apuntan que podría tratarse de esponjas como las que viven en los arrecifes de coral. Aquellos ancestros de la glaciación Marinoana, diminutos —medían cosa de un centímetro— pero aptos para sobrevivir en época tan extrema, es probable que aprovechasen las propias bacterias cianofíceas para alimentarse. Así es la vida, hace más de 600 millones de años y ahora.