Siempre leo con aprensión los párrafos que empiezan con la frase hecha "pero la anécdota de la jornada la protagonizó..." Por lo general relatan tropezones, caídas, salidas de tono, meras chorradas o circunstancias sonrojantes, como por ejemplo que el rancio protocolo quisiera sacar de la foto de Marivent a Sasha, la niña pequeña de los Obama, que se había puesto sus mejores galas de bailarina de rap para la ocasión, alegando que es menor y que se trataba de un asunto oficial. Hombre, ni siquiera las lectoras empedernidas de Hola! como yo vamos a creer que dos horas escasas en una terraza con la mujer del presidente de los EE UU, que está de vacaciones, para zamparse un gazpacho y un tumbet tienen la categoría de visita de Estado, donde los críos estorban porque los mayores están tratando temas muy importantes. Más vale que Michelle estuvo al quite, de Ronda venía, rescató a su hija del ostracismo y demostró que la Primera Familia norteamericana aún se lleva bien. Un alivio en este verano en Mallorca. Porque si, como dijo Tolstoi en el inicio de Ana Karenina, "todas las familias felices se parecen", desde luego no se parecen a nuestra Familia Real.

Otra "anécdota de la jornada" en el Club Náutico durante la Copa del Rey la protagonizó la princesa Letizia, que se presentó pizpireta en la sala de prensa y cuándo le preguntaron "qué tal las vacaciones" respondió: "¿A ti esto te parecen vacaciones?" Toma. A mí sí, pero qué sé yo; sólo soy el pueblo llano y me conformo con poco, una hamaca y un libro. Menudos humos gasta. Mi madre diría que a esta chica "le deben y no le pagan", o quizás le ha salido la vena de hija de la sindicalista Paloma Rocasolano y persigue un convenio colectivo para los royals que incluya el derecho a desaparecer un mes y medio en la Polinesia, gratis total, como ha hecho Victoria de Suecia después de casarse. Que nos perdone por sufragar con nuestros impuestos el ímprobo esfuerzo que le supone darse un paseo en calesa por Palma en compañía de su suegra, visitar una fábrica de vidrio, acudir un par de veces con las niñas a despedir a papi que sale a regatear y asistir a un concierto benéfico, todo en una semana. No sabíamos que resultase tan agotador, pues sus queridas cuñadas las Infantas y la Reina llevan décadas ejerciendo esta función de representación estival sin quejarse, y siempre con una sonrisa y mucho savoir faire.

Es dura la vida de nuestra futura reina Letizia, que cree que no se la aprecia en lo que vale, y que "protagonizó la anécdota de la jornada" al revelarnos que no echa de menos el periodismo. No sabemos si el periodismo la añora a ella, o a su compañero de Telediarios Alfredo Urdaci, quien, no lo olvidemos, nos regaló impagables momentos de colisión con las más elementales normas de ética profesional y firmó las páginas más negras del sectarismo en la televisión pública. La pluscuamperfecta princesa Letizia necesita reivindicarse más allá de conquistar tallas de pantalones cada vez más bajas y tacones cada vez más altos, eso sí que es extravagante y diría yo que revolucionario. Aunque las revoluciones, ya se sabe, no sienten especialmente bien a las monarquías.