Marc González es el nuevo presidente de UM en Palma, además de uno de los dirigentes de Escola Católica, organización situada en los márgenes progresistas de la Iglesia, por lo tanto muy diferenciada del ultraderechismo que campa a sus anchas en la Conferencia Episcopal y movimientos afines: Opus Dei, Legionarios de Cristo, Kikos… La trayectoria de González, se ha de seguir con atención: se trata de alguien que siempre piensa lo que dice y que, al estilo del democristiano catalán, el sibilino Duran Lleida, no desbarra al exponer sus ideas y objetivos. Por eso, la iniciativa que ha tomado de presentar en el Ayuntamiento de Palma una moción contra el burka, esconde más de lo que se ve: puede servir para que algunos y algunas exhiban sus notorias contradicciones. De entrada, González, se ha tropezado con un absurdo e inesperado obstáculo en el camino: el concejal Palmer, en su día adscrito a la corriente "nadalista", ya volatilizada, se niega a defender la moción, alegando no sé qué. Supongo que González podrá solventar el incordio, porque lo que interesa, es conocer qué hará la coalición que gobierna Palma, cuál será la opción que adoptarán la alcaldesa Calvo y su lugarteniente Grosske. Calvo, en asuntos de matriz religiosa, ha obrado erráticamente: ordenó retirar la "Cruz de los Caídos" plantada frente a la Almudaina; lo hizo con nocturnidad manifiesta, como si estuviera poseída de una invencible mala conciencia, cuando eliminarla era una cuestión de dignidad: nunca fue una cruz cristiana, sino la cruz franquista de la victoria en la Guerra Civil, la misma que se negó a quitar la anterior alcaldesa del PP, una Catalina Cirer absolutamente pirrada por todo espectáculo folclórico-religioso católico que se le ponga por delante. Además, Calvo, en un burdo ejercicio de hipocresía, retiró el crucifijo de su despacho para hacerse la foto y lo retornó a su lugar inmediatamente después. Otros símbolos religiosos siguen presentes en Cort.

¿Qué harán Calvo y Grosske si se tiene que votar la prohibición del burka? Los socialistas siguen desnortados en media España: votan a favor y en contra sin conseguir aclararse. El PP lo hará a favor. Lástima que su empeño laicista se circunscriba al burka y no alcance otras cuestiones, en las que igualmente está concernida la dignidad de la mujer. Será interesante atender la argumentación de la alcaldesa sobre el burka o la del portavoz del PSOE, si Calvo decide permanecer en un incómodo y embarazoso silencio. También tendrá su morbo escuchar al concejal Grosske. No sorprenderá que ambos hagan una de las habituales piruetas a las que la izquierda recurre para no enfrentarse al problema: hablar de la libertad de elección de la mujer musulmana, sin atender que muchísimas de ellas han sido privadas de la mínima posibilidad de hacerlo.

Si, a través de la iniciativa de Marc González, se llega en el Ayuntamiento de Palma a un amplio debate sobre el laicismo y la urgencia de que las religiones y sus símbolos no estén presentes en las instituciones, el asunto valdrá la pena: el PP no puede limitarse a enfatizar su oposición al burka y no ir más allá, que seguramente será lo que pretenderán Catalina Cirer y sus concejales, su inconsistencia es manifiesta; el PSOE, si aspira a que su discurso laicista sea razonablemente aceptado, no puede enredarse en una confusa y vergonzosa perorata sobre libertades, que es lo que hace para esconder que hasta hoy no es capaz de ser coherente con sus teóricos planteamientos.

¿Y Grosske? De Grosske puede esperarse cualquier cosa, cuanto más absurda, con más posibilidades de devenir en su planteamiento. Hace demasiado tiempo que el todavía concejal del Bloc, se ha convertido en un estorbo para los suyos como para esperar de él, el ejercicio de la coherencia.