El 21 de junio pasado, se lograba un principio de acuerdo entre el Parlamento, la Comisión y la Alta Representante para la Política Exterior por el que se resolvían las diferencias internas sobre el funcionamiento y el control presupuestario del Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE), ese faraónico cuerpo diplomático europeo que, creado por el Tratado de Lisboa, se dispone a mostrar la inanidad política de Europa en todo el mundo, bajo la dirección de Catherine Ashton, cuya competencia ha sido ampliamente cuestionada en muy diversos frentes comunitarios.

El calendario que se maneja en Bruselas es que el pleno del Parlamento Europeo, que debe dar su conformidad al presupuesto del a nueva institución, podría pronunciarse ya en julio, de forma que el Consejo de Ministros comunitario pueda aprobar el proyecto en la reunión de titulares de Exteriores del 26 de ese mes. Tras el parón veraniego, se iniciarán los procedimientos administrativos encaminados a transferir cientos de funcionarios de la Comisión y del Consejo de la UE al SEAE, así como a la convocatoria de las primeras oposiciones abiertas a diplomáticos de países comunitarios. En principio, la nueva maquinaria podrá ponerse en funcionamiento el 1 de enero del año próximo.

El vacío político en que se desarrolla esta iniciativa no es ocultado en absoluto por sus principales promotores: Verhofstadt, antiguo primer ministro de Bélgica y hoy un miembro de peso del PE, ha declarado sin rubor que "primero hace falta la estructura; después ya vendrá la política". Y ha añadido más tarde que, a su juicio, una vez que el servicio empiece a funcionar, los países comunitarios observarán sus ventajas. En definitiva, se realiza el fastuoso despliegue sin que exista una verdadera razón que lo justifique. Hay oferta pero la demanda es un misterio.

De momento –se reconoce–, este nuevo "servicio" tan sólo será útil para los países "pequeños" de la UE que poseen muy escasas representaciones diplomáticas en el mundo (se cita a Letonia como ejemplo); los países medianos y grandes, en cambio, no notarán beneficio alguno (más bien al contrario: la duplicidad será enredosa).

El plan que manejan las instituciones europeas es que los cargos de rango diplomático del SEAE estén cubiertos en unos dos tercios por funcionarios procedentes de la UE (funcionarios de la Comisión y diplomáticos que han trabajado en la estructura creada por Javier Solana) y un tercio por diplomáticos de los Estados miembros "en préstamo", que podrán optar a integrarse en el personal comunitario. Para ello, la UE prepara para los próximos meses una convocatoria de puestos (unos 100 este año y otros tantos en 2011) así como la transferencia de algo más de 800 funcionarios de distintos departamentos de la Comisión y del Consejo al servicio.

Todo ello sumaría inicialmente unos 1.000-1.100 funcionarios con nivel diplomático, aunque si se suman los empleados de rango inferior o los de contrato local, el SEAE tendría entre 5.000 y 6.000 integrantes.

Todo este invento costará –según las previsiones iniciales de la Comisión– unos 50.000 millones de euros hasta el 2013. En estos momentos en que se pide austeridad y todos, invertir esta ingente cantidad de recursos en una entelequia puede ser la puntilla para el ya muy decaído prestigio de las instituciones europeas.