Es lo peor que podía pasarle al sector turístico, que esperaba el verano como el maná para paliar una crisis que, por lo que estamos viendo y padeciendo, no ha hecho más que empezar. La dama de hierro alemana, Ángela Merkel, ha reinventado la ecotasa, tal como la hubiera querido aplicar en Balears el primer gobierno del Pacte de Progrés, antes de que el gobierno de Aznar le negara el pan y la sal y se aliase con los hoteleros de las islas y los tour operadores alemanes y británicos para oponerse radicalmente al impuesto. La ecotasa se aplicó, entonces, sólo a los hoteles, hasta que el gobierno de Matas la suprimió. Sin embargo, ha vuelto, y de manos conservadoras, sólo que a diferencia de antes los beneficios no se quedarán en Balears sino que volarán directamente a Berlín. De hecho, nuestras islas se convertirán, sin pretenderlo, en uno de los principales recaudadores de Alemania.

La ecostasa alemana incrementará el precio de los pasajes con origen en Alemania entre ocho y catorce euros, lo que en algunos casos supone el treinta por ciento del total. Merkel piensa recaudar por este concepto unos mil millones de euros, de los que cincuenta serían por conexiones con Mallorca, un porcentaje absolutamente desproporcionado sobre todo si se tiene en cuenta que la isla va a contribuir al erario alemán sin obtener ningún beneficio directo a cambio. Tanto hoteleros como agencias de viaje, al recordar la ecotasa balear, advierten sobre la repercusión que un aumento de precios tendrá en el turismo en un momento de ventas tan delicado como el actual. La crisis ha reducido el presupuesto familiar y, por añadidura, emergencias como la provocada por las cenizas volcánicas, han sido la causa de anulaciones o de que las reservas se hagan a última hora.

Los touroperadores, compañías aéreas y hoteles temen que esta medida provoque una nueva recesión turística, en lugar de la tímida recuperación que aún esperaban los más optimistas. El problema es que ahora no se tiene delante un gobierno autonómico débil, como cuando Antich tuvo que enfrentarse al Ejecutivo central y a las multinacionales turísticas, sino a la poderosa administración germana, dispuesta a todo para rectificar la marcha de Europa y protegerse a sí misma. Con la probabilidad añadida de que Gran Bretaña y otros países, incluida España, copien la iniciativa. De ser así, el golpe sería fatal. Tanto, que basta un sencillo cálculo sobre el número de turistas que visitan las islas para comprobar que los gobiernos alemán y británico pueden recaudar aquí más por su ecotasa que lo que se ahorrará Zapatero en las islas con todas sus medidas de ahorro.

No parece que haya muchas posibilidades de que la canciller dé marcha atrás, aunque cabría confiar en que la poderosa industria turística alemana –de ahí son algunos de los principales touroperadores del mundo– le haga ver que el turismo o el avión no son simples actividades de ocio a las que es posible gravar con impuestos suplementarios, sino actividades económicas de las que depende un porcentaje cada vez más creciente del PIB mundial. La ecotasa del Pacte de Progrés, al menos, estaba destinada a potenciar la oferta turística, protegiendo el medio ambiente, mientras que la actual de la señora Merkel no hará sino retraer ingresos de una comunidad con gran predicamento en Alemania y cuyo PIB depende prácticamente en un ochenta por ciento del turismo.