La realidad es la que es. La realidad es que nos han engañado. La realidad es que nos hemos dejado engañar. La realidad es que nos querían seguir engañando. Hasta hace una semana, cuando Merkel, Obama y Hu Jintao le han dicho basta al optimista antropológico que iba a enseñar a Europa cómo salir de la crisis. Hace cuatro semanas decía la vicepresidenta que no se tocaría el sueldo de los funcionarios. Respeto absoluto a lo pactado. La lapidación gubernamental, un año hace, al compañero M.A. Fernández Ordóñez, como manada de lobos. De reforma laboral nada: "¿Por qué no te callas Mafo?" ¿Se acuerdan? Pacto de Toledo. Jubilaciones. Terreno sacro. Poesía: la tierra no es de nadie, es del viento. De la tramontana que viene del norte, que arrumba con la hojarasca de tanta mentira, de tanta propaganda. O de tanta incompetencia, tanta frivolidad, tanto delirio.

Viene de lejos. Ha eclosionado ahora, pero la burbuja fue cebada en tiempos de Aznar. De la alegría con la que se ha construido un edificio institucional elefantiásico. De un sistema político construido sobre la base de que los ciudadanos desconocen quiénes son sus diputados y senadores. De un sistema que contempla diez y siete parlamentos autónomos, diez y siete gobiernos y hasta diez y siete televisiones. La democracia tiene un componente depredador. ¿Qué depreda? El futuro. Es una competición entre quienes prometen más consumo. Acaba penalizado el que defiende trabajo, esfuerzo y ahorro para las futuras generaciones, el futuro. Por eso –los otros sistemas son peores–, exige mecanismos que cierren el paso a los demagogos; que los gobernantes respondan de cada euro, que no es suyo, sino del elector; verdadera división de poderes; responsabilidad política individualizada; y cultura; educación; austeridad; destierro del sectarismo. La democracia española se duele de que lo razonable venga impuesto desde fuera. No sabemos ni gobernarnos. A cuál más irresponsable. El gobierno negando radicalmente la realidad y a sí mismo. Y la oposición –que puede ganar las próximas elecciones–, que hace dos semanas, después de la reunión Rajoy-Zapatero, le recriminaba no afrontar el déficit, oponiéndose a lo que entonces exigía. Repugnante.

No hace falta mirar lejos, a Madrid, de donde, según los nacionalistas, vienen todos los males. Mirémonos. ¿Es que alguien sensato puede creer, que necesitábamos el Consell Insular de Mallorca, con todos sus consellers? ¿Es que alguien sensato puede creer que podíamos malgastar más de 1.000 millones de pesetas haciendo dos veces el parque de las estaciones por interés electoral de Fageda, Matas y compañía? Un parque dotado de ventilaciones horrorosas para los escapes de los motores diesel mientras ahora se están electrificando las líneas. ¿Comprar Bon Sosec? ¿Y poner en marcha dos televisiones que cuestan más que toda la universidad (el futuro), para mayor gloria de una supuesta cohesión y de la cuenta de resultados de las productoras? ¿Y el Museu del Baluard que hemos tenido que pagar a tocateja para que los hijos de Serra se ahorraran 1.000 millones de pesetas en impuestos? –Serra dixit–. ¿Y el sin número de empresas públicas? ¿Y el Palma Arena, que nos ha costado más –18.000 millones de pesetas–, que todo el presupuesto universitario? ¿Y el mamotreto del palacio de congresos, exigido por hoteleros –que no renunciarán a amortizar sus propias instalaciones– y que causará un déficit anual que deberá salir de nuestros bolsillos? Aventuro más de 2.000 millones de pts. ¿Y un metro a pagar entre todos –80.000 millones de pesetas– y del cual se beneficiará sólo una parte de los ciudadanos? Dicen los estudios que para que fuera viable, el número de viajeros debería decuplicarse; nadie da cifras del déficit anual que deberemos sufragar, más allá de lo que ha costado su construcción y reparación. ¿Y de la cantidad de periodistas y asesores por cada concejalía, por cada conselleria, por cada empresa pública?

Han disparado con pólvora del rey, que ahora deberemos devolver, euro a euro. Sin mentar la corrupción directa, el robo. Autores y cómplices, por comisión o por omisión. Gobiernos del despilfarro y oposiciones del sesteo.

Partidos que no son sino franquicias de unas siglas bajo las que se refugian arribistas e irresponsables, que aplauden a ZP o a Rajoy como aplaudirán al próximo. Al que asegure el futuro. El suyo, no el nuestro. Esta es la única realidad. Estamos prisioneros. Están blindados.