El actor Jim Carrey se acaba de divorciar en Twitter, anunciándolo con una frase corta, que es lo que permite esta red social. Su mujer, la modelo y actriz Jenny McCarthy, lo ha confirmado al instante por la misma vía. Por lo que se ve, el intérprete especializado en papeles de pardillo histriónico no aprendió mucho encarnando al sobreexpuesto protagonista de El show de Truman, una película sobre un tipo cuya vida recreada en un estudio se filma y emite por televisión 24 horas al día desde que nació, demasiada miga filosófica para alguien que ya se había exprimido demasiado las meninges en La máscara. Asistimos a la extinción de cualquier rastro de intimidad por parte de quienes deberían estar más interesados en protegerla. Ellos son sus propios biógrafos porque tal vez nadie quiera dedicarles un libro en el futuro. Ni siquiera un reportaje largo en una revista de variedades. Lo cuentan todo al momento para ser los primeros en hacerlo. O tal vez porque el esfuerzo intelectual que los fans están dispuestos a desarrollar en su nombre no pasa de los 200 caracteres.

Sin embargo, el idiota en tiempo real por antonomasia es el marido de Demi Moore, Ashton Kutcher. Hace unas semanas se le vio recoger un premio en una postura de lo más inverosímil: con el teléfono móvil en una mano dirigido hacia su cara y la del pobre presentador, obligado a saludar a la red social para la que el actor trabaja ¡gratis! todos los minutos del día. Su adicción a subtitularse y autorrelatarse y es tal, que se comunica con su mujer por Twitter aunque se encuentren en la misma casa. "Cariño, ya he terminado de jugar con la Play y me voy a la cama, ¿te vienes?" "Vale. Nos vemos arriba". En efecto, no se puede decir que sean los Diálogos de Platón, pero siempre es mejor vivir al momento la vida de Demi Moore en pijama y desmaquillándose que la propia, en pijama y desmaquillándome. Ashton suele compartir con el mundo cosas como: "Estoy en un hotel de Hawai y mi mujer se cepilla los dientes... ¡está tan guapa!" Definitivamente, hay las mismas posibilidades de hallar alta literatura en la red que en el revistero de la sala de espera del dentista. La vida misma.

También la astronauta y madre japonesa (así la han definido, cuan anuncio de bifidus activo) Naoko Yamazaki se ha comprometido con la misma red social a informar casi al instante de su participación en la última misión en la Estación Espacial Internacional. Ignoro si tan ingente labor le dejará tiempo para alguna otra tarea, como un experimento científico o algún programa de alta tecnología, cuyos intríngulis puede ahorrarse porque no los vamos a entender. Lo que me parece bastante improbable es que pierda el tiempo mirando por esa ventana privilegiada, dejando su cabeza volar libremente y reflexionando sin más sobre la belleza infinita del universo. No la hemos enviado a los confines para eso, sino para que nos detalle cómo abre las bolsas de comida deshidratada, si se las apaña con el traje para hacer pis y cómo se lleva con las otras tres mujeres presentes en la Estación, vaya morbo. La red subsiste a base de auténticas chorradas, pero ¿quién puede culparla? Comparen sus visitas con las de las bibliotecas.