Inquieta y asusta que un nada belicoso Shlomo Ben-Ami, ex ministro de Asuntos Exteriores de Israel y dirigente destacado del Centro Internacional Toledo para la Paz, anuncie, en un artículo publicado en El País, que las posibilidades de que estalle una guerra abierta en Oriente Medio, que enfrentará a su país con Irán y Siria, están incrementándose considerablemente, que "los esfuerzos de EE UU para frenar a Israel tal vez no sean suficientes para impedir una calamidad", y sentencie: "los días de la Pax Americana en la región terminaron…".

Parece que la política de persuasión desplegada por el presidente Obama en el mundo árabe no está funcionando y que la capacidad de obligar a Isarael a frenar el despliegue de su potentísima maquinaria de guerra empieza a flaquear. El exministro señala que dos organizaciones terroristas, Hezbolá y Hamás (no lo son para el mundo árabe), que tienen el control de parte del Líbano (precisamente donde están instaladas unidades del Ejército español por mandato de Naciones Unidas) y la franja de Gaza respectivamente, constituirán la punta de lanza de la hipotética conflagración, que puede convertirse en la peor de las cuatro guerras abiertas que Israel ha librado contra los árabes desde la proclamación de su Estado, el 14 de mayo de 1948, debido a la directa intervención del Irán de la República islámica, la bestia negra tanto de Israel como de los estados del Golfo, todos sunitas, incluida la potente Arabia Saudí, dato que de ningún modo conviene pasar por alto.

Si la guerra estalla, las consecuencias económicas y políticas pueden ser catastróficas o precisamente lo contrario, porque en estos asuntos el cinismo funciona a la perfección, pero de lo que estoy seguro es de que se producirá una masiva movilización de todo el espectro de la izquierda española en contra de Israel, al que se acusará de genocidio y de ser el instigador de la guerra. Nada que no haya ocurrido otras veces. El hecho de que Irán sea una dictadura clerical cada vez más represiva y sanguinaria; Siria, más de lo mismo y Hamás y Hezbolá organizaciones que, siendo suaves, han de definirse como pertenecientes al integrismo islámico, con lo que supone de vulneración sistemática de derechos fundamentales (los de la mujer, casi todos), poco importarán a las laicas y progresistas organizaciones de la izquierda española, que de antemano y desde siempre han condenado a Israel, al que no han dudado en comparar por definición con la Alemania nazi.

Israel tiene un Gobierno muy, muy de derechas, en buena parte de extrema derecha. Israel, desde luego, vulnera muchas veces la legalidad internacional y, además, el fanatismo religioso de una parte importante de su sociedad dificulta todavía más las posibles salidas negociadas. Ocurre que Israel, al contrario que Irán, Siria o la Gaza de Hamás, es un estado en el que impera la democracia parlamentaria, en el que hay elecciones libres y en el que los gobiernos que se forman son el resultado de las mayorías existentes en su parlamento. Esa realidad es deliberadamente ignorada por la izquierda española, como lo es otra realidad: Israel es, desde su fundación, un estado asediado, que lleva décadas luchando contra la violencia terrorista, de la que se han derivado muchos de sus impresentables excesos.

Si se cumplen las predicciones de Shlomo Ben-Ami, que Dios nos coja confesados, porque se tornará realidad el sueño ansiado por todas las organizaciones terroristas que mantienen permanentemente en vilo a Occidente.