El ministro de Industria, Sebastián, ha roto el viejo tabú de la moratoria nuclear implementado en nuestro país en los años ochenta, al hilo de una eclosión del ecologismo antinuclear que se fortaleció extraordinariamente al producirse la catástrofe de Chernobyl, en 1986. En España, aquella moratoria corría además un tupido velo sobre la tragedia de la central vasca de Lemóniz, en la que ETA había conseguido poner contra las cuerdas al Estado.

En concreto, el ministro Sebastián, considerado en situación ascendente en el seno del actual gabinete –además de mantener una larga amistad con Rodríguez Zapatero, acaba de ser incluido en la comisión negociadora de los acuerdos anticrisis– ha manifestado en el Parlamento, en un rifirrafe con Joan Herrera, de IU-IC, que está convencido de que llegará un día en que los residuos de las centrales nucleares "se convertirán en combustible" y serán reutilizados; "nosotros creemos en el avance tecnológico y en el avance la ciencia, y, cuando así ocurra, la energía nuclear será una energía renovable más".

El concurso convocado para la instalación del Almacén Temporal Centralizado (ATC), que está en vías de resolución, ha servido para detectar un relevante cambio de actitud en la opinión pública española. Aquel rechazo visceral contra la energía nuclear se ha convertido en resignada aceptación, una vez que hemos interiorizado todos la excesiva dependencia energética española –el 81,4%–, la necesidad de reducir el consumo de energía fósil –que es la más contaminante– y las limitaciones de las energías renovables. La eólica y la solar, sin ir más lejos, generan una contaminación paisajística que empieza a generar severos rechazos, polémicas intensas y preocupación en todas partes.

Así las cosas, la energía nuclear se revela indispensable para garantizar el suministro de la energía eléctrica de base –aquella que experimenta una demanda continua, durante todo el día–. Y que es una energía limpia, cuyos residuos ya son perfectamente manejables, a la espera de la reutilización que la comunidad científica da por factible. Francia ha entendido desde hace décadas la necesidad de basar el mix energético en la energía nuclear. Y a la misma conclusión acaba de llegar nuevamente la administración norteamericana, bajo la dirección de Obama, que se dispone a conceder avales para la construcción de nuevas centrales, después de un paréntesis de treinta años.

Industria ha filtrado ya un plan provisional y tentativo de reanudación de la explotación de la energía nuclear en nuestro país que consistiría en prorrogar todo lo posible la vida útil de las actuales centrales, al tiempo que se iniciaría la construcción de nuevas plantas contiguas a las actuales. De esta forma se evitarían inflamados debates sobre nuevas ubicaciones.

Éste es uno de los asuntos que reclaman por razones obvias el pleno consenso PP-PSOE dado que la planificación energética ha de ser inevitablemente a largo plazo. La construcción de una central nuclear requiere más una década desde la decisión hasta la puesta en explotación y plantea necesidades financieras extraordinarias que obligarán al Estado a implicarse directamente. Quiere decirse que el pacto energético habría de ser sin duda uno de los primeros asuntos que examine la recién creada comisión anticrisis en sus conversaciones con los partidos.