Mi padre a veces me llevaba, de niño, a la lucha libre, que entonces era algo menos falsa que ahora. Uno de mis héroes era Peltop, un luchador bajo y fornido que dejaba siempre KO al adversario dándole un cabezazo en la frente. De él se decía que entrenaba dando cabezadas contra un poste.Yo quería ser como Peltop, y confieso que alguna vez traté de imitarlo con un árbol. Más tarde aquel habitante de la mitología de mi infancia, que resultó ser un viejo republicano, reapareció como buceador y experto en rescates, una especie de lobo marino de las profundidades, y como luchador por la democracia. Finalmente tanta vida vivida, y lo mucho que sabía de las cosas, le hizo sentencioso, sabio, poeta y algo predicador, en el mejor sentido de la palabra. Los mitos de nuestra infancia suelen venirse abajo, pero Peltop nunca fue apeado del pedestal, aunque mudaran los motivos de la veneración.